Hablar de emociones con los más pequeños de casa es tan necesario como complicado. Si bien es cierto que es fundamental que los niños aprendan (dentro y fuera del aula) a identificar cuanto antes aquellas emociones básicas que les acompañan desde edades muy tempranas, es difícil enfocar el tema sin que, al finalizar la lección, la confusión se apodere de ellos. Lejos de ser una misión imposible, lo mejor es contar con herramientas pedagógicas que han sido pensadas y diseñadas para que los niños hablen de sus sentimientos y, también, para que aprendan a identificar los del resto, fomentando así la educación emocional mientras juegan y se relacionan entre ellos y con nosotros.
Y es que, fomentar estas conversaciones, les ayudará a ganar autonomía, a aprender a gestionar la frustración cuando las cosas no salen como quieren o, simplemente, a perder el miedo a hablar con nosotros, en presente o futuro, de aquello que les preocupa o les hace sentir inseguros. Precisamente los beneficios de potenciar estas herramientas son los que han llevado a la fama a un peluche que, en Latinoamérica, ya ha conseguido viralizarse en Twitter. Se trata de un pulpo reversible destinado a niños muy pequeños o con alteraciones emocionales que les permite, en un solo gesto, mostrar si están alegres o tristes o si, por el contrario, alguien de su alrededor lo está.
Además del cambio de emoción (alegría o tristeza), este peluche reversible cambia de color al darle la vuelta para que, con un simple vistazo, los niños ya puedan entender que ha habido un cambio de sentimiento y que, por tanto, es conveniente hablar de ello con naturalidad.
Otras formas de trabajar la educación emocional con niños
Dada la importancia de trabajar las emociones con los más pequeños, existen un sinfín de herramientas que pueden emplearse tanto en centros educativos como en casa para aprender a comunicar sentimientos y sensaciones. Aunque El Monstruo de Colores sigue siendo una de las propuestas favoritas, tenemos muchas más opciones. Por ejemplo, la marca Miniland cuenta con varias opciones de juegos pensados para educar en la resolución de conflictos y en la expresión de las emociones, como uno de detectives para afrontar problemas y otro que incluye un set de cabezas intercambiables centrado en lo segundo. Otra opción para toda la familia es el juego de mesa Ikonikus. que nos propone ponernos en la piel del resto de jugadores para averiguar cómo se sienten ante situaciones determinadas.
Pero además de juegos, también podemos recurrir a libros o a cómics (perfectos para la hora de ir a dormir), como Emocionario, un libro que describe más de 40 estados de ánimo para aprender a identificarlos. Tampoco debemos dejar de lado los materiales sensoriales que, aunque son algo más complicados de trabajar sin ayuda profesional, ayudan a que los más pequeños puedan expresarse, por ejemplo, a través del dibujo, los colores o los garabatos.
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