Dudas y resignación por las restricciones en Madrid: "No entiendo que la gente de fuera pueda venir a mi barrio a trabajar"

La Policía Municipal durante los controles aleatorios en la primera jornada de restricciones.
La Policía Municipal durante los controles aleatorios en la primera jornada de restricciones.
Jorge Paris
La Policía Municipal durante los controles aleatorios en la primera jornada de restricciones.

Dos agentes vigilan el tráfico que circula bajo el Puente de Vallecas. El primero se encarga de seleccionar a los vehículos que se someterán al control aleatorio: "Suelo escoger a los turismos privados que son más innecesarios que los comerciales". Su compañero espera unos metros atrás para dar indicaciones al coche escogido. "¿Cuál es el motivo de su desplazamiento?", pregunta a la conductora. "Voy a trabajar", responde. 

Una razón suficiente para poder entrar o salir de esta zona restringida. Sin embargo no lleva el justificante. "Sabe que es obligatorio?", dice el policía. La joven asiente y arranca el motor. "De momento estamos informando, a partir del miércoles se les multará", añade el agente quien dice haber sido una excepción dado que "el 90% de los desplazamientos estaban justificados". Al menos, durante las primeras horas de la mañana...

A las 09.45 María Luisa pasea a su perra en la calle paralela a los controles. Dice estar descontenta con las nuevas normas, pero admite que a ella no le ha perjudicado. "A mi me encanta pasear por mi barrio", dice a sus 68 años.

A Carlota tampoco le trastoca su rutina laboral, dado que vive y trabaja en su mismo barrio. En su caso la resignación pasa por el aro social. "No entiendo que la gente de fuera pueda venir a mi barrio a trabajar y nos pueden contagiar, pero luego yo no puedo ir a la panadería del otro barrio; Por ejemplo, mi compañera de trabajo vive en la calle más próxima al otro lado del puente y la farmacia más próxima la tiene en Puente de Vallecas, ¿se tiene que ir a otro? Es absurdo... Tampoco sé qué sentido tiene que un bar esté abierto y no podamos ir a consumir". Esta fue una de las valoraciones más compartidas entre los viandantes, fruto de la desinformación. Y es que el confinamiento en estos barrios es recomendable pero no obligatorio, por lo que sí pueden consumir en los bares y restaurantes de la zona.

Miguel Ángel lanza la segunda pregunta. A sus 64 años de edad se dirige al barrio de Lucero a ensayar música con un grupo pero "no sé si puedo ir porque, ¿esa zona está restringida o no". Opta por jugársela, total, "hoy no ponen multa", bromea.

Algo parecido ocurre en el distrito de Usera. En un bar de la calle Marquesa de Silvela el camarero atiende el teléfono. "Entonces... ¿nosotros podemos abrir la barra o no? ¿Y podemos cerrar más allá de las 22.00 horas?". Al mediodía aún no sabía si su bar estaba dentro o fuera del perímetro limitado. "Ah, vale, entonces no nos afecta", responde a su gestora.

"Estamos fastidiados, hoy veré si tengo que cerrar o no"

Quien no puede decir lo mismo es el dueño de Los Faroles. Es el ejemplo más gráfico de cómo unos pocos metros condicionan el futuro de los hosteleros. A tan solo una calle se encuentra el propietario del local. "Estamos fastidiados, hoy veré si tengo que cerrar o no", dice Santo (50 años).

De las 28 mesas, solo ha podido montar siete. Y solo una está ocupada. Su único cliente es Daniel (70 años) quien explica su situación dando sorbitos a su café. Daniel pertenece al centro de salud Las Calesas, una de las 37 áreas seleccionadas por la Comunidad de Madrid para limitar la movilidad, al tener una incidencia de más de 1.000 contagios por cada 100.000 habitantes en 14 días.

"Me da la sensación de que esto lo han hecho solo a los barrios pobres, en lugar de seguir criterios de igualdad para todos", opina este vecino. A su juicio, la razón por la que estos barrios tienen una tasa más alta se debe a los test realizados.

"Me da la sensación de que esto lo han hecho solo a los barrios pobres"

"Aquí han hecho un montón de PCR, pero ¿quién me dice a mí que en el barrio Salamanca, Argüelles o en la Morajela han hecho? ¿Dónde están los resultados de esas pruebas?", se pregunta. Aquí han hundido a la gente que tienen menos recursos. Lo dice apuntando al bar contiguo, Bodega Amistad, "el más popular de la zona". Según cuenta Daniel, los dueños han decidido cerrar los próximos siete días "por miedo a no tener clientela".

Los grandes afectados

María Luisa.
María Luisa.
Jorge París

MARÍA LUISA (68 años) | Reside en el barrio Monteperdido, en Puente de Vallecas. "No veo que estas medidas sean la solución. Además, ¿por qué no separan a las personas que están infectadas de las sanas? ¿Qué quieren, que nos contagiemos todos?", razona.

Carlota.
Carlota.
Jorge París

CARLOTA (23 años) | "Hemos pagado justos por pecadores". Esta joven dice haber visto reuniones "de gente joven y no tan joven sin mascarilla" porque, entre otras razones, "hay menos concienciación". A su juicio las medidas llegan tarde y "se podrían haber evitado".

Raúl.
Raúl.
Jorge París

RAÚL (41 años) | "Si antes las cosas estaban mal, ahora peor", cuenta este panadero. En tan solo una mañana ya ha notado las restricciones. "Todos los clientes que son de otras zonas, como Entrevías, El Pozo o San Diego, no van a venir a comprarnos".

Miguel Ángel.
Miguel Ángel.
Jorge París

MIGUEL ÁNGEL (64 años) | "Las cosas están muy mal definidas y se han hecho fatal. Las medidas me parecen clasistas porque se han restringido la movilidad a los barrios obreros, pero no para ir a trabajar: no puedes ir a tomar un café ahí por sí a servírselo a los señoritos".

Jonny
Jonny
Jorge París

JONNY | Cada mañana se encarga de montar las mesas de la terraza. "Normalmente preparó 20 pero hoy solo puedo 8", lamenta. A esto se suma la reducción de horarios. "A las 9.15 ya comenzaremos a limpiar las mesas", por lo que este bar deja de servir cenas. 

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