Trabajadores de residencias cuentan cómo gestionan la pandemia: "Cuando llego a casa lloro de impotencia"

Una trabajadora de la residencia dialoga con uno de los internos
Una trabajadora de una residencia dialoga con uno de los internos
AYTO DE VÉLEZ RUBIO
Una trabajadora de la residencia dialoga con uno de los internos

La Generalitat hacía pública este miércoles la cifra de 362 ancianos fallecidos en geriátricos por coronavirus en Cataluña y la consellera de Salut, Alba Vergés, reconocía que los muertos todavía “pueden crecer mucho”, ya que se trata de población vulnerable. 

La opacidad en las cifras así como la dificultad para acceder a la información ha provocado duras críticas a la gestión sobre cómo afecta el coronavirus en las residencias de ancianos. De hecho, el propio presidente de la Generalitat, Quim Torra ha admitido que la Generalitat no ha informado con claridad de la situación de las residencias y que esto “ha creado una situación de alarma social”.

La dramática realidad en las residencias de ancianos también les está pasando factura a sus trabajadores, quienes estos últimos días se enfrentan no solo a una mayor carga de trabajo, sino también a un duro golpe emocional.

Diez fallecidos en 48 horas

M.R. es auxiliar de enfermería en una residencia privada de Barcelona. Eran alrededor de las doce de la noche cuando, al llegar a casa del trabajo, mandó un sentido mensaje de audio a su grupo de amigos: “Os voy a dar un consejo: si podéis hablar con vuestros abuelos, por favor, hacedlo. Hoy en mi residencia han fallecido bastantes personas y no me he podido despedir de ellas. Tengo un dolor en el corazón que no se lo cree nadie”, decía con la voz rota.

Solo el miércoles, fallecieron cinco ancianos del geriátrico conde M.R. trabaja y hoy, jueves, ya han fallecido cinco más. Unas cifras que nada tienen que ver con el día a día del centro en una situación normal. En total, en las últimas dos semanas han muerto unas 17 personas, cuando “lo normal es que en este período muera una o ninguna”, asegura la auxiliar.

Este repentino aumento de muertes está siendo difícil de gestionar a nivel psicológico para muchos empleados. También es el caso de M.R.: “Llevo trabajando aquí cuatro años y, para mí, los residentes son como de mi familia. Cuando llego a casa no puedo evitar llorar de la impotencia, de que se estén muriendo sin que podamos hacer nada”, dice.

"Cuando llego a casa no puedo evitar llorar de la impotencia, de que se estén muriendo sin que podamos hacer nada"

Así mismo, la auxiliar lamenta que, aunque el aumento de las muertes haya coincidido con la crisis del coronavirus, no puede confirmar que esta sea la causa; ya que a sus residentes no se les han hecho los tests: “Se les han hecho analíticas, tests de orina y les hemos medido la fiebre; pero no se les ha hecho tests de Covid-19 porque no han llegado”.

Más trabajo para menos empleadas

A los sentimientos de tristeza e impotencia cabe sumarles el incremento del trabajo al que no les queda más remedio que someterse. “Estamos haciendo horarios que no son legales, pero ¿qué vamos a hacer? Tenemos varias compañeras de baja”, explica M.R.

De hecho, ahora los trabajadores de este geriátrico barcelonés también asumen tareas de las que normalmente se ocupan las funerarias: “Antes, cuando alguien moría, llamábamos a la funeraria y sus trabajadores venían, metían al fallecido en una bolsa y se los llevaban. Ahora tienen miedo de entrar, por lo que se quedan en el parking y nos dan la bolsa para que lo hagamos nosotros”, cuenta.

Los residentes sanos también sufren

El trabajo también se complicó para otra profesional del sector que ha querido contar su testimonio: A.C., gerocultora en un geriátrico del Moianès que reconoce llevar “anímicamente mal” la situación. 

Ella acaba de coger la baja por haber estado en contacto con dos casos positivos, y lo que lleva peor es el miedo a haber podido contagiar a otros ancianos: “Antes de saber que había estado en contacto con positivos, estuve con más residentes que ahora podrían tener la enfermedad”, dice.

Además de los fallecidos y enfermos, A.C. asegura que la realidad también es entristecedora para los ancianos que están sanos a raíz del confinamiento: “Llevo días consolando a ancianos que tienen miedo o que no entienden por qué no pueden salir de sus habitaciones. Es un mal trago para ellos. Les tenemos mucho cariño y verles así es muy duro" lamenta, y añade: "No estábamos preparados para gestionar algo así”.

Ambiente de trabajo atípico

Otro gerocultor, D.R., trabaja una residencia del Vallès Occidental donde, asegura, el ambiente de trabajo es “muy extraño” con la crisis sanitaria. En su centro todos los residentes a los que se les ha realizado el test del coronavirus, nueve en total, han dado positivo. Por eso, todos los ancianos están actualmente confinados en sus habitaciones; una situación que ha derivado en una mezcla de tristeza por "no ver a nadie por los pasillos", con el miedo de los empleados de contagiar a sus familias cuando vuelven a casa.

A este decaído ambiente tampoco ayuda que las funerarias cada vez tarden más en llegar por el aumento de la demanda: “Cuesta mucho que vengan a recoger a los muertos. De hecho, recientemente tuvimos a uno que falleció por la noche y a la mañana siguiente el cadáver seguía ahí, con su compañero de habitación al lado”, relata el trabajador.

"Un residente murió por la noche y a la mañana siguiente el cadáver seguía en la habitación, con su compañero al lado"

Por otra parte, D.R. también denuncia que en su centro han detectado ciertas personas que se están "aprovechando" de la crisis: Con el aumento de las bajas de los empleados se está contratando a más personal y, asegura, los hay quiénes aceptan el puesto para “venir a trabajar un día y al siguiente ir al médico y decir que tienen síntomas, para así cobrar la baja sin trabajar". Según sospechan, esto lo hacen porque "como apenas hacen tests de Covid-19, es muy fácil que médico les diga que se queden en casa”.

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