España se encamina hacia un desastre climático en el siglo XXI

Tierra cuarteada por la sequía en el embalse de Barasona, Huesca.
Tierra cuarteada por la sequía en el embalse de Barasona, Huesca.
GREENPEACE / PEDRO ARMESTRE
Tierra cuarteada por la sequía en el embalse de Barasona, Huesca.

Antes de empezar a dibujar el negro panorama que –está predicho– traerá el cambio climático a España, detengámonos en una imagen: la de una tela de araña.

Los fenómenos climáticos y las parcelas a las que afectan –que son tantas como uno pueda imaginarse– están conectados en una inmensa red, de tal modo que una sacudida en un extremo se propaga por todo el sistema generando consecuencias imprevisibles.

En España, los vaivenes de esta ‘telaraña climática’ nos traerán "fenómenos extremos más intensos y más frecuentes", explica Beatriz Hervella, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que es quien pone este ejemplo. Detrás de esta frase tan poco específica se esconden escenarios que ponen los pelos de punta.

El primero y más obvio es el aumento de la temperatura. "En el peor escenario de emisión de contaminantes podemos hablar de subidas de la temperatura media máxima en España de 5ºC en 2100 o de 2ºC en 2050", cuenta Hervella. A esta situación es a la que nos dirigimos de cabeza si no se logra una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero en el corto plazo. Y todo apunta a que no va a ser nada sencillo lograrlo.

De cumplirse este escenario, prosigue Hervella, en el verano de 2050 esa subida podría ser de 5 grados. "En Badajoz, una vez al año puedes llegar a tener a tener 43ºC. Con estas predicciones podríamos llegar a extremos de 50ºC en 2050", sostiene la portavoz.

Mapa principales amenazas cambio climático España
Mapa de las amenazas más destacadas a las que se enfrenta la Península.
Carlos Gámez

A consecuencia de avanzar de récord en récord de temperatura máxima, a mediados de siglo podríamos enfrentarnos a olas de calor cinco días más largas de media, que podrían llegar a las 25 jornadas en 2100. Quizá 2100 pueda parecer un horizonte muy lejano, pero teniendo en cuenta que la esperanza de vida en nuestro país es de casi 83 años, la generación que vivirá para ver ese escenario ya ha empezado a nacer.

Otra de las amenazas previstas es el aumento en la duración del periodo seco, que, según cuenta Hervella, será "más acusada cuanto más al sur". "El número de días de lluvia se ve reducido. Eso no es solo porque va a llover menos, sino que parece que la tendencia va a ser a acumular más agua en menos días", asegura Hervella. Esto podría traducirse en "mayor torrencialidad".

"Vamos hacia veranos más cálidos y más secos: una mala combinación", resume José Manuel Moreno, vocal del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los auríspices del siglo XXI en lo que se refiere al tema.

"Los países que estamos en estas latitudes nos calentamos un poco más que la media global, del orden de medio grado a un grado más", sostiene.

De los cielos a la tierra: las consecuencias

Estos movimientos en ‘la telaraña climática’ se sienten en toda la red, pero para detallar todas y cada una de las consecuencias que podrían llegar a tener harían falta miles de páginas.

De manera muy resumida, los problemas potenciales van desde la subida del nivel del mar –con todo lo que conlleva– hasta aumentos en la mortalidad en verano, pasando por el avance del desierto, hasta la desaparición de ecosistemas milenarios.

Podríamos seguir hablando de que las dificultades serán cada vez mayores en el acceso al agua en zonas vulnerables por las peores sequías, o que algunas especies invasoras propias de regiones climáticas diferentes se sentirán cada vez más a gusto y terminarán por desplazar a otras locales.

Todo el país se enfrenta a importantes pérdidas económicas por las bajadas en el rendimiento de los cultivos, que serán más acusadas en las áreas rurales y la España vaciada, más dependientes de la agricultura.

Más incendios y más virulentos, bajadas en la productividad de las energías renovables, frenos al turismo o incluso la llegada de ‘refugiados climáticos’ de otros países son solo algunos de los muchos retos para los que España deberá adaptarse.

Todas estas amenazas potenciales –algunas no tanto– están basadas en publicaciones científicas que nos sitúan sistemáticamente en el grupo de los llamados ‘perdedores del cambio climático’.

Según un exhaustivo informe de la Agencia Europea del Medioambiente, la región mediterránea, y especialmente la península ibérica, son las zonas de la UE que más pérdidas multisectoriales sufrirán si no se logra frenar el ritmo al que se calienta el planeta actualmente . En casi todos los indicadores que repasa dicho documento –temperaturas máximas, precipitaciones, sequías, incendios, rendimiento de los cultivos...– España sale perdiendo.

Evolución de la temperatura media de España (1900-2018). Las barras azules son años anormalmente frío y las barras rojas anormalmente cálidos.
El 'código de barras' del cambio climático: De izquierda a derecha, temperatura media de España (1900-2018). Las barras rojas son años cálidos de lo normal y las azules más fríos.

Adaptarse o morir 

"Aún estamos a tiempo de atenuar consecuencias. Si reducimos la emisión de gases de efecto invernadero y conseguimos no rebasar ese límite de los dos grados en 2100 nos podríamos quedar en escenarios relativamente complicados pero manejables", explica Hervellas.

"La urgencia es extrema", advierte Moreno. "Un país solo como España no va a cambiar el mundo. Tiene que hacerlo con la UE y ser un actor más comprometido. A España le interesa cambiar el modelo económico y no depender de unas energías que no tenemos", asegura Moreno.

Los dos científicos coinciden: no queda otra que cumplir con el Acuerdo de París y bajar las emisiones "ya y mucho". Hervellas habla de la necesidad de "reducir en 2030 las emisiones a la mitad o incluso hacerlo en 2050".

De hecho, incluso en el escenario más optimista de reducción de emisiones la tierra seguirá calentándose por el efecto del gas ya emitido. La clave está en frenar la velocidad a la que lo está haciendo.

"El gran reto es preguntarnos si seremos capaces de adaptarnos a todos esos cambios y las implicaciones que conllevan o solo seremos una especie de paso en la Tierra", concluye Hervellas. 

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