PSOE, Unidas Podemos y la campaña masoquista

  • Los socialistas quieren una campaña sin "juego sucio" pero esperan el ataque de los de Iglesias para movilizar a los suyos.
  • "Cuidado con la agresión que recibamos", advierten desde la formación de Pablo Iglesias.
Sánchez e Iglesias, un pulso de cinco meses en el que la desconfianza se impuso.
Sánchez e Iglesias, un pulso de cinco meses en el que la desconfianza se impuso.
EUROPA PRESS
Sánchez e Iglesias, un pulso de cinco meses en el que la desconfianza se impuso.

El martes que viene quedarán convocadas oficialmente las elecciones del 10-N y en los cuarteles generales de los partidos ya velan armas. Cada formación prepara su estrategia de cara a la nueva contienda electoral, que llegará en medio de un ambiente especialmente crispado. A la competición electoral entre cuatro principales formaciones, además de Vox y, quizá Más Madrid, se suma el ambiente de guerra abierta por no haber hecho posible la investidura ni en julio ni en septiembre.  Los contendientes destacados son el PSOE y Unidas Podemos, los "socios preferentes" llamados a entenderse en una negociación que nunca fue bien avenida y terminó con las dos formaciones, si cabe, más enfrentadas que nunca.

Precisamente, esta es la baza, la del ataque, con la que cuentan tanto socialistas como morados para la campaña. No se trata de atacar, sino de ser atacados. Los de Pedro Sánchez y los de Pablo Iglesias coinciden en dos cosas: en que esperan que el adversario entrará al cuerpo a cuerpo y que esto les beneficia a la hora de retener a sus votantes para que no se pasen al enemigo. A la espera de que el PP decida si Pablo Casado mantendrá su nuevo perfil más moderado o volverá al tono bronco que empleó el miércoles en el Congreso contra Pedro Sánchez, el presidente ya puede esperarse una guerra sin cuartel por parte del líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Un día después de haberse prestado a facilitar la investidura con una abstención con condiciones e insistir en una reunión con Sánchez, volvió a la carga con el presidente, que para él, en realidad, nunca dejó de de ser "el jefe de la banda" y un "peligro" para España.

Rivera tendió la mano a Casado y confirmó que seguirá en su "no" a Sánchez. Pero no es la estrategia de Ciudadanos de la que está pendiente el PSOE, que competirá con el PP por su electorado descontento. Se trata de un posible trasvase de voto PSOE-Podemos o viceversa el que hace que estos dos partidos estén muy pendientes de los ataques del otro... para poner la otra mejilla.

Ataques del otro

El secretario general de Organización del PSOE, el ministro de Fomento José Luis Ábalos, afirmaba hace unos días que los socialistas iban a hacer una campaña limpia, "sin juego sucio" y "propositiva". Otra cosa es lo que esperen del contrario, de quien los socialistas ya están listos para recibir mandobles.

En ese caso, un veterano socialista aseguraba que "la campaña al PSOE se la va a hacer Podemos". En su opinión, los de Iglesias no tendrán el éxito que esperan en hacerse con votos de socialistas desencantados con la intransigencia de Sánchez de permitir una coalición incluso al coste de volver a las urnas. En su corta vida, la formación de Iglesias ha atacado ya muy duramente a los socialistas, por ejemplo con aquella acusación de que tenían "las manos manchadas de cal viva". "Iglesias todavía no ha entendido lo grave que fue aquello", sentencia este socialista que ya comprobó entonces que con ataques del enemigo más a la izquierda el PSOE no tenía más que ganar.

A la inversa, también se ve así desde Unidas Podemos. "Cuidado con la agresión que recibamos", advertía hace unos días una dirigentes, que apuntaba que se volverá contra el PSOE y daba una lección: en la vida y en la política hay que ser siempre débiles.

Primeras escaramuzas

Esto ocurrió ya en julio y agosto. Nada más fracasar el intento de investidura en la votación del 25 de julio, Podemos inició una campaña de reproches en redes sociales que tuvo una de sus cabezas más visibles el negociador jefe, Pablo Echenique, y que continuó incluso hasta cuando en septiembre los negociadores volvieron a sentarse a la mesa. En Ferraz se cuidaron mucho de no entrar al trapo, de no responder a lo que consideraban provocaciones y, aunque no lo consiguieron siempre, en esta ocasión los morados aparecieron como los agresores.

Ahora, a pesar de los dos partidos saben que es mejor ser atacado que atacar, las escaramuzas ya han empezado por las dos partes.

En la última sesión de control al Gobierno en el Congreso, PSOE y Ejecutivo se coordinaron para arremeter directamente con Iglesias, al que acusaron de haber descartado ya en julio otra opción que no fuera la repetición electoral solo porque él no iba a ser ministro. Este jueves, Sánchez se reafirmó en su negativa de darle a Iglesias la coalición que exigía, aun a costa de no haber sido investido. "Yo sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos, que no dormirían tranquilos", dijo, antes de dar a Iglesias donde más le duele y adular a Íñigo Errejón y su actitud pactista con Ángel Gabilondo en la Comunidad de Madrid.

Un día después, Iglesias respondía que "el problema es Pedro Sánchez", que "quiere todo el poder para poder dormir bien". Para él, los que no pueden dormir bien por la noche no es un presidente de un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, sino "los ciudadanos que no llegan a fin de mes, no pueden pagar la matrícula de la universidad o no encuentran trabajo. Eso quita el sueño a la gente. Pedro Sánchez puede cambiar el colchón las veces que quiera, pero no faltar al respeto a la gente".

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