Dulcinea, otro fantasma en los laberintos internos de don Quijote

Dulcinea del Toboso.
Dulcinea del Toboso.
RIKI BLANCO
Dulcinea del Toboso.

Lejos de la concupiscente Sophia Loren que la interpretó en el cine, la dama es en el mundo real Aldonza Lorenzo, "moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en pecho". Al convertirla en Dulcinea, don Quijote la trocó en quintaesencia del deseo. Como las agencias de belleza enlatada hacen con las top model.

Dulcinea es un fantasma en los laberintos internos de don Quijote y no existe en otra parte. Mujer cosificada que el hidalgo ha concebido para disponer, como todo caballero andante, de una dama a cuya veneración consagrarse, se llama realmente Aldonza Lorenzo, labradora a la que "buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico, peregrino y significativo".

Como cualquier intangible celebrity moldeada por la ingeniera del mal gusto contemporáneo, la dama es un sueño y al fan le importa un comino: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es fantástica [...]. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son hermosa sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje".

En uno de los momentos más dolorosos de la novela, Sancho convence a su señor de que está ante Dulcinea, suplantada por una mujer cerril, con olor a ajo y aseo muy discutible. Porque se siente propietario del quimérico espejismo, el fan traga y venera.

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