Preciosa, la falsa gitana que sirve a Cervantes para denunciar las brechas raciales

Preciosa, protagonista de la novela 'La Gitanilla', de Cervantes.
Preciosa, protagonista de la novela 'La Gitanilla', de Cervantes.
RIKI BLANCO
Preciosa, protagonista de la novela 'La Gitanilla', de Cervantes.

En la novela La Gitanilla, Miguel de Cervantes se mofa de la ridiculez de la literatura pastoril y, de paso, se presenta como seguidor de Erasmo, el humanista de Róterdam que defendía el pensamiento a la contra de las instituciones. Parábola sobre los prejuicios raciales y el trato humillante a los gitanos. Los payos son peores, dice el autor.

El 10 de enero de 1565, el joven Cervantes vio en Sevilla la ejecución de una mujer adúltera y su amante mulato. El verdugo fue el marido, ofendido en su honor y con derecho judicial para matar a la pareja.

No era España entonces una tierra piadosa y la trama de La Gitanilla muestra las brechas raciales. La subyugante adolescente Preciosa –"aunque soy gitana pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro"– se gana la vida bailando y recitando. Sus amores con el caballero don Juan de Cárcamo carean a la más baja clase social con el alto linaje.

Ella, liberada e independiente, pone a prueba al pretendiente exigiéndole que viva dos años como un gitano. "Cuando el cielo me dispuso para quererte, Preciosa mía, determiné de hacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme [...], cuéntame por gitano desde luego, y haz de mí todas las experiencias que más quisieres", dice don Juan.

La pareja vive la "ancha libertad" de los romanís –"guardamos inviolablemente la ley de la amistad [...], vivimos alegres [...], no nos desvela la ambición"– y comprueba cómo la sociedad paya los mancilla por la monomanía de que "gitanos y gitanas nacieron en el mundo para ser ladrones". El final pasa por el altar, no sin antes revelar el origen payo de Preciosa. Cervantes argumenta que la bondad nunca tiene que ver con la piel.

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