Es la escena habitual en casi todos los restaurantes: un cliente llega, le acomodan en una mesa y, antes incluso de que le sirvan la comida que ha pedido, el pan ya ha hecho acto de presencia. Si el hambre aprieta, es probable que el comensal dé un bocado a ese pan antes de probar su comida. Ese gesto, por muy inofensivo que pueda parecer, es el causante de que, pasado un tiempo después, el cliente decida con mayor probabilidad pedir también postre como colofón.
La bioquímica francesa Jessie Inchauspé ha explicado en una entrevista en el podcast 'On Purpose' la explicación científica que se esconde detrás de esta costumbre tan normal de ver en un restaurante.
"Si das a la gente un poco de pan al comienzo de la comida, y tienen mucha hambre, se comen el pan", comienza explicando Inchauspé, especializada en el funcionamiento y control de la glucosa en sangre.
Con el pan ya en el organismo, los almidones que este contiene "se convierten en glucosa, por lo que muy rápidamente se experimenta un pico de glucosa", prosigue esta experta.
Aproximadamente 90 minutos después de haber ingerido el primer trozo de pan se alcanza un punto crítico. "Y en ese momento, se acerca el camarero y pregunta: '¿Hola, alguien quiere postre?' Ahí sientes ese intenso antojo de azúcar debido a esa caída del pico de glucosa, así que vas a pedir postre", aclara Inchauspé.
En otro de sus vídeos publicados en su cuenta de Instagram, la bioquímica aconseja que el mejor momento para comer algo dulce es después de una comida, a modo de postre, y nunca como forma de picoteo ni como desayuno. "Cuando coma azúcar, asegúrese de consumirlo como postre después de una comida en lugar de hacerlo con el estómago vacío", recomienda.
De esa manera, indica esta experta, "al haber ya otros alimentos en el estómago, se ralentizará la rapidez con la que las moléculas de glucosa llegarán al torrente sanguíneo. Así seguirás recibiendo toda la dopamina, pero con menos impacto en tus niveles de glucosa", concluye.
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