Así es Rodrigo Lanza, un antisistema reincidente que ha cambiado de aspecto para ser juzgado por asesinato

Rodrigo Lanza, en el documental 'Ciutat morta'.
Rodrigo Lanza, en el documental 'Ciutat morta'.
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Rodrigo Lanza, en el documental 'Ciutat morta'.

La muerte de Víctor Láinez, un hombre que fue atacado por llevar unos tirantes con la bandera de España —y por cuyo asesinato ha sido condenado este lunes Rodrigo Lanza a cinco años de prisión— tuvo especial trascendencia sobre todo por el historial de su agresor. Lanza, un joven que ahora tiene 35 años, de origen chileno y con nacionalidad italiana -y nieto del militar afín a Pinochet Sergio Huidobro-, que salió a la palestra hace ya once años por su participación en los famosos enfrentamientos del 4-F.

Esta fecha estuvo marcada por los graves incidentes que se produjeron en Barcelona durante un desalojo okupa que dio lugar al documental Ciutat Morta, emitido en televisión y en el que se intentaba justificar la postura de los jóvenes que pelearon contra las fuerzas de seguridad.

Su actuación durante esas horas le valió a Lanza una pena de prisión. ¿Por qué? Por lanzar una piedra a la cabeza a uno de los guardias urbanos y dejarle tetrapléjico. En 2008 fue condenado a cinco años de cárcel, aunque solamente cumplió dos y estuvo otros dos en libertad condicional.

Cabe recordar que durante el proceso judicial su abogado fue Gonzalo Boye, condenado a 14 años de cárcel por colaborar con ETA y actualmente defiende también al expresidente catalán Carles Puigdemont. Además, mientras estuvo entre rejas, Lanza pasó a ser defendido por Jaume Asens, actual tercer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Barcelona.

A su salida, se mudó a Zaragoza, donde sigue siendo un importante activo en los movimientos antisistema. Eso sí, como reconoció en Ciutat morta, se considera inocente de todos los cargos y ya entonces avisó de sus planes: "Me voy a vengar, no se cómo, pero tiene que haber venganza".

Denuncia racismo

En su participación en el documental, que vio la luz en 2015, el propio Lanza recuerda que durante el interrogatorio fue "torturado en varias ocasiones", y denuncia que tanto su detención como su condena tuvieron "claros tintes racistas".

Además, una de las participantes en la ocupación, Patricia Heras, también tuvo que cumplir pena de cárcel, y en una de sus salidas se suicidó. Sobre esto, Lanza explicaba que "ya no espero justicia, no creo que la haya".

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