Adeniria Moreira, 48 años, estaba embarazada de tres meses cuando una bomba hizo estallar el vagón del Cercanías en el que iba montada esta brasileña. Perdió el bebé y el recuerdo del que hubiera sido su tercer hijo todavía le aturde. Las secuelas de la onda expansiva le obligan a seguir medicándose. "A veces me agobio, me quedo con la mente en blanco y no sé qué me sucede". Como víctima, el principal desaire que ha sufrido es la promesa rota de una oferta laboral. "Nos dijeron que nos darían trabajo, pero no sabemos nada".
JORGE PARÍSFue el único superviviente de su vagón en la explosión de la calle Téllez. Diez años después todavía tiene pendiente una operación más de oídos. El tiempo le ha permitido colocar el atentado en un lugar de la memoria que le permite decir que se encuentra bien. Mayor es el trauma que aún acarrea su familia, que estuvo aquel día de hace diez años, horas buscándole por las vías del tren. Dos días después del atentado, Luis Alberto escribió una carta que termina así: "Me llamo Luis Alberto Ahijado Roque y soy uno de los supervivientes del sangriento atentado del 11 de marzo de Madrid."
JORGE PARÍSLa madre de Angélica entra a diario en la que era la habitación de su hija. Se sienta en su cama. "Es mi rincón de paz y sosiego. Donde parece que la sentimos más cerca". Cada mañana, explica, "hablo con ella, le cuento cuánto la quiero, lo orgullosa que estoy". Este saludo al día le sirve a Florentina para afrontar cada nuevo día. Dice que le gustaría que se recordara a los que murieron como el ejemplo de lo que nunca debió suceder. "En esos trenes iba gente inocente, cargada de ilusiones por hacer de este un mundo mejor". Como Angélica.
JORGE PARÍSVera tenía nueve años el 11-M. Le dijeron al principio que su padre había fallecido en un accidente. Cuando supo la realidad del atentado tomó la determinación de que nunca nadie le volvería a ver triste, y menos los que tuvieron algo que ver con su muerte. "Ya me han hecho bastante daño", afirma esta joven estudiante de comunicación. Le gusta acordarse de Esteban un ratito cada día y cuando tiene que tomar una decisión importante se pregunta qué le aconsejaría él.
JORGE PARÍSLos últimos diez años de su vida han transcurrido entre su trabajo, el psicólogo y la unidad del dolor. El atentado le sorprendió en Atocha, camino al trabajo. Estuvo dos meses de baja y luego se vio obligada a seguir cogiendo el mismo tren. Los psicólogos le han dado pautas para afrontar el agobio y las taquicardias. Se fija en una persona del tren y analiza su vestuario o se concentra en el móvil. Aun así, a veces se tiene que bajar, sobre todo si el tren se queda demasiados minutos parados sin que nadie le dé una explicación.
JORGE PARÍSDiez años después de que su hijo, que tenía entonces 20 años, falleciera en los atentados yihadistas del 11-M, Eulogio empieza a descansar. Lleva todo este tiempo sufriendo no solo la ausencia de Daniel sino los golpes de los medios que espolearon la teoría de la conspiración. Este año es el primero que tal vez no deba levantarse en el aniversario preocupado por ver "qué mentira nueva publican". Pasará el día rodeado de familiares (Pilar Manjón es la madre de su hijo) y de los que conocieron a Daniel, que hoy sería entrenador en un centro de alto rendimiento deportivo si las bombas no hubieran truncado sus sueños.
JORGE PARÍSVuelve a sonreír. Tiene motivos. Está viva y embarazada de tres meses. Pero perdió parte de su juventud en los atentados. El trauma le impedía entrar en lugares abarrotados, como las discotecas a las que iban sus amigas. Dice que guarda de ese día una empatía a flor de piel con cualquier víctima de cualquier tragedia, ocurra donde ocurra, sea una bomba o un tsunami.
JORGE PARÍSLos aniversarios, las navidades y el cumpleaños de Anabel son malos días para Pedro. Echa en falta cada día a su hermana, profesora de educación infantil, lectora empedernida y amante de los boleros cuyas cenizas descansan en el mar. Es cuando se pregunta de nuevo ¿por qué tuvo que morir en aquel tren? Si iba a manifestaciones pacifistas y acogía a muchos musulmanes en su casa que venían a Madrid a probar suerte como atletas. Y siente rabia de los consejos que se ha perdido en la educación de sus hijos, porque su tía nunca los llegó a conocer.
JORGE PARÍSEscapó a tres bombas de Atocha, después de ser arrollada por la marabunta. Ha sobrevivido a un cáncer de mama. Perdió su vivienda en una burbuja inmobiliaria y, fiándose de un amigo, invirtió su indemnización en preferentes. Sin embargo Araceli Cambronero, 45 años, sigue abrazando la vida porque hay 191 personas que ya no pueden hacerlo.
JORGE PARÍS"Indudablemente hay que seguir, porque el tren de la vida no para. ¿Qué vas a hacer? ¿Tirarte? No queda más remedio, aunque perder a un hijo de 24 años es un dolor muy fuerte", dice Felisa, como si cupiera la duda. Su hijo Óscar esperaba la llegada de su tren en El Pozo cuando otro en el que no debía subirse estalló a su lado. Su madre fue la última que le vió con vida esa mañana, hace diez años.
JORGE PARÍSSigue vistiendo de negro, un negro que para ella simboliza la protesta más que el luto. Nombrar la palabra bomba, o recordar a Daniel Paz, su hijo, hace que se emocione. El llanto le quiebra la voz en varios momentos de la charla. Pero el tiempo, diez años ya, le ha dado seguridad y arrope. Todavía unos pocos, cada vez menos, se empeñan en contarle teorías sobre el 11-M. No saben que para Pilar Manjón la única verdad absoluta es que Daniel ya no está. Anuncia que planea abandonar la primera línea de la batalla. Opina que diez años son suficientes y prepara su relevo al frente de la asociación mayoritaria de afectados del más mortífero atentado en la historia de España.
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