Florentina: "Lo mismo nos da diez días, diez años, que diez eternidades. Esto no se cura"

  • Florentina es la madre de Angélica, que falleció en la explosión de Santa Eugenia.
  • "Que nadie nos vuelva a meter en guerra y vengan unos terroristas a vengarse".
  • "Voy cada aniversario a Santa Eugenia con la ilusión de que me la encuentro".
  • '20minutos' vuelve a visitar a algunos heridos y familiares de los fallecidos, diez años después del peor atentado terrorista ocurrido en territorio español.
Florentina, la madre de Angélica, y su gatita 'Truchi'.
Florentina, la madre de Angélica, y su gatita 'Truchi'.
JORGE PARÍS
Florentina, la madre de Angélica, y su gatita 'Truchi'.

La gata Truchi se para en el pasillo a la altura de la puerta de la habitación de Angélica. Medita entrar, finalmente traspasa el umbral y se acomoda en el sillón. A su alrededor todo sigue como hace diez años, salvo ese cuadro que envió una artista canadiense, o las velas que le regalaron con posterioridad al día que la joven de 19 años salió camino a la facultad y no volvió. Truchi prefiere ocupar el sillón antes que subirse a la cama en la que solía dormir acurrucada junto a Angélica. Florentina, la madre de Angélica, sí se sienta en la cama. "Es mi rincón de paz y sosiego. Donde parece que la sentimos más".

Cada mañana Florentina repite idéntico ritual. Se despierta, se levanta —"unos días cuesta más, otros menos"—, y entra en la habitación de su hija. "Hablo con ella, le cuento cuánto la quiero, lo orgullosa que estoy. Le digo que vamos a por un nuevo día, a ver cómo se nos da".

El 11 de marzo se cumplirán diez años sin Angélica. "Son números redondos para los de fuera, pero a nosotros lo mismo nos da diez días, diez años, que diez eternidades. Está reciente y está vivo. Esto no se cura. Lo único es que aprendes a vivir de otra forma", explica Florentina.

El atentado cambió la forma de concebir la felicidad para la familia González García, los padres de Angélica y su hermano Abraham. "Antes felicidad era la suerte de tener una hija como Angélica, idealista, que tanto amaba la vida" y quizas soñar un gran viaje los cuatro juntos. Ahora la felicidad es eso que se persigue en paseos por calles tranquilas, dejando que el sol te acaricie las mejillas. O dando de comer, a escondidas, a los gatitos callejeros que Angélica protegió hasta horas antes de subirse al desdichado tren.

"Me gustaría que se los recordase (a los que murieron) como el ejemplo de lo que nunca debió suceder. Que nadie nos vuelva a meter en una guerra injusta y vengan unos terroristas a tomarse la venganza por su cuenta", dice Florentina. Para esta madre es fundamental que se sepa que en aquellos trenes "iba gente inocente, cargada de ilusiones por hacer de este un mundo mejor".

El martes Florentina se levantará, irá a la habitación de Angélica para saludar el nuevo día, y después se pintará los labios de rojo. Cogerá unas flores bonitas, el libro que leía su hija el día que se la arrebataron los terroristas —"A sangre fría" de Truman Capote— y, con su marido, repetirá su último viaje hasta la estación de Santa Eugenia.

"No estoy loca ¿eh? No creas. Pero voy con esa pequeña ilusión de que me la encuentro en el andén y me despierto y todo esto ha sido una pesadilla. Entonces le plantaré un beso en la mejilla. A ella le gustaba marcharse a la calle con los labios de su madre marcados en la cara".

Florentina esperará un poquito. Para sentirse cerca de Angélica. Dejará las flores bonitas en la placa del recuerdo a las víctimas. Y volverá a casa con Truchi.

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