Pedro Ávila: "Fue algo vil. No solo destrozaron sus vidas, sino también a sus familias"

Pedro José Ávila, en la consulta que su hermana Ana Isabel, fallecida en los atentados, le animó a abrir.
Pedro José Ávila, en la consulta que su hermana Ana Isabel, fallecida en los atentados, le animó a abrir.
JORGE PARÍS
Pedro José Ávila, en la consulta que su hermana Ana Isabel, fallecida en los atentados, le animó a abrir.

Ana Isabel era más que una hermana. Era casi una prolongación de Pedro, que sintió su muerte el 11 de marzo de 2004 como una amputación. "Como si me arrancaran un trozo de corazón", describe. "No se conocen hermanos tan unidos como vosotros", escuchó decir a su entorno muchas veces aquellos días negros.

Cada marzo, Pedro siente que se le encoge el corazón un poquito. Es cuando más debe esforzarse por recordar el consejo de su psicóloga. "Que todos tenemos dos sendas: la derrotista y la vitalista. Que tomara la que tomara, ninguna haría volver a mi hermana".

Pedro se encauzó en la senda de la vida, aunque sin ser el mismo que antes de los atentados. Se le apagó la chispa. A su padre, todavía le afectó más. Tardaría unos años en morir físicamente, pero "moralmente" falleció el mismo día que Ana Isabel.

"El tiempo echa tierra sobre la pena, pero la pena queda", cree Pedro. Piensa en su hermana cada día. Y cada día la echa de menos. En su recuerdo abrió la consulta de osteopatía donde recibe. "Siempre me animaba a que lo intentara". Y en su memoria acoge cada día como si fuera una nueva oportunidad de ser feliz, convencido de que es lo que ella querría.

Hace dos semanas la lloró por última vez. Toda la familia está más floja cuando se acercan estas fechas. Y en Navidades, o en su cumpleaños. Pedro se repite una y otra vez la misma letanía: "Joder, ¿por qué?, si ella no había hecho nada. Si iba a manifestaciones pacifistas y acogía en su casa a muchos musulmanes que venían a Madrid a probar suerte como atletas".

Lo que más rabia le da es que Ana Isabel no pudiera conocer a sus sobrinos. Cuántos consejos de crianza le habría dado esta educadora infantil que amaba los boleros de Luis Miguel.

Pedro pide que se recuerde a los 192 fallecidos del 11-M como las víctimas verdaderas de una injusticia. "La muerte es parte de la vida, pero nadie tiene derecho a matar. Ese atentado fue vil, contra personas que no habían hecho nada, sin pensar en que no solo destrozaban sus vidas, sino las de todas las familias, los amigos, etcétera".

El martes que viene, en el décimo aniversario, Pedro tiene previsto llevar flores al monumento a las cinco víctimas de Leganés. Y recordarla como más le gusta hacerlo: de pequeña, leyendo debajo de las sábanas a escondidas, después de que su madre le exigiera que apagara la luz y se acostara de una vez.

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