Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'De viernes', la crónica rosa sin el carisma 'Deluxe'

A Telecinco le cuesta separarse de su imagen pegada al corazón más agresivo. Aunque ya no tenga polígrafos.
Plató de 'De Viernes', en el estudio 6 de Mediaset.
Plató de 'De Viernes', en el estudio 6 de Mediaset.
Mediaset
Plató de 'De Viernes', en el estudio 6 de Mediaset.

El fin de Sálvame se va alejando del recuerdo con el paso de los meses. Y el paso del tiempo deja en evidencia que a Telecinco no le molestaba tanto la crónica rosa, más bien parece que quería desvincularse del lenguaje de barrio de Belén Esteban, Lydia Lozano, María Patiño y compañía. Pero en los viernes noche continúa el escrutinio de personajes públicos con De Viernes, sustituto del Deluxe.

Aquí no está Conchita con su polígrafo. Pero sí hay entrevistas muy morbosas frente a cinco colaboradores exclusivos con los que el programa ha intentado, con acierto, hacer marca propia en una televisión en donde los personajes van y vienen. Y, por tanto, es cada vez más complicado identificar dónde trabajan y distinguir entre los distintos formatos.

No es el caso de De Viernes que ha pretendido remarcar sus protagonistas fijos, intentando que sean más periodistas que personajes. Sin embargo, son bastante invisibles. No terminan de calar socialmente. Están rígidos, demasiado intensos. El programa parece un interrogatorio. Y la gente en la primera noche del fin de semana busca alegría empática más que amarguras. Encima los protagonistas del show van disfrazados como si estuvieran en un cotillón de Nochevieja. Quizá quieren proyectar elegancia, pero transmiten desconexión con la calle. Lo que amplifica la sombra de los predecesores.

Sobre todo porque Sálvame ha supuesto un antes y un después del enfoque de la crónica rosa en los medios de comunicación. En una sociedad que evoluciona en sensibilidades, los cimientos de la crítica habitual que ejercía la prensa rosa se han tambaleado. Hay muchas moralinas que ya no cuelan, como cuando al hombre soltero se le llama galán de oro y a la mujer soltera se le dice que no encuentra la estabilidad emocional. Tampoco basta cuando alguien es pillado con una cita y ya, rápidamente, se busca vender que ha encontrado un amor eterno. Peor todavía cuando se denosta a la mujer porque "calladita está más guapa", mientras se aplaude al hombre fanfarroneando sobre sus conquistas. 

En estos tóxicos roles, la prensa del corazón queda en evidencia con la mirada de hoy. El público no compra como antaño la figura de los profesionales insistiendo a los demás cómo deben de ser para ejercer de personas 'de bien'. Mientras que la evolución de los personajes de Sálvame fue ir aprendiendo que el motor que justificaba al programa estaba más en charlotear sobre ellos mismos que de los demás. Lo que propiciaba una identificación del público, pues Belén Esteban, Mila Ximénez o Lydia Lozano hablaban más desde la emoción propia que desde la sentencia a las miserias ajenas. Ellos también sentenciaban, por supuesto, pero se lo terminaron llevando a sus vivencias. 

Así se fue cambiando todo el modelo de cómo enfrentarnos al cotilleo nacional. Del juicio por encima del hombro desde tribunas finolis a arremangarse hasta compartir las emociones en primera persona. Ahora se está intentando volver a la era preSálvame. Pero el porvenir no está en el pasado en un tiempo de cambio en donde todo el mundo ya expresa su vida a través de sus redes sociales y sin intermediarios. El espectador les sigue, les da like. El espectador quiere empatizar con personas compartiendo desde las emociones que nos unen más que desde los interrogatorios que nos enfrían.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento