Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Meryl Streep y todo lo que esconde su naturalidad en los Premios Princesa de Asturias

Meryl Streep contagia tal verdad en la gente porque el arte de la buena interpretación se sustenta en abrir los brazos a otras culturas que van a enriquecer la tuya. Sin prejuicios. Sin miradas por encima del hombro. 
Meryl Streep en su discurso en los premios Princesa de Asturias
Meryl Streep en su discurso en los premios Princesa de Asturias
RTVE
Meryl Streep en su discurso en los premios Princesa de Asturias

Vivimos entre tantos protocolos y composturas, que nos sigue sorprendiendo la verdad de una Meryl Streep llegando al Hotel Reconquista de Oviedo y poniéndose a bailar el persistente sonido de las gaitas con el que estaba siendo recibida.

Su agradecimiento a tal bienvenida se tradujo en baile. Su curiosidad se mostró en forma de comunicación no verbal. Es actriz, muy buena actriz. Y con muchas galas de los Oscar a sus espaldas en donde, por cierto, cada año regala el mejor plano de reacción a la ceremonia. Siempre lo hace. Su expresividad nunca falla. Tampoco en Oviedo.

Pero lo que puede ser visto por algunos como experiencia en control de la actitud escénica, en realidad contagia tal verdad en la gente porque el arte de la buena interpretación se sustenta en abrir los brazos a otras culturas que van a enriquecer la tuya. Meryl Streep lleva en su sonriente carácter ganas de descubrir aquello que desconoce. Sin prejuicios. Sin miradas por encima del hombro. Todo el rato. Ya sea cuando un niño admirador del cine se le acerca con su fotografía preparada para la eternidad de una firma o en la llegada al Teatro Campoamor, sorprendiéndose a sí misma de la gente que aplaudía en los balcones.

Meryl no pisa la alfombra mojada como una diva del marketing de Hollywood, pasea con la atención de una actriz que disfruta del acontecimiento de conocer. Y, de hecho, ahí ha sustentado su inspirador discurso con el que ha recogido el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Una reivindicación de interesarnos por los extraños, una reivindicación de la empatía que nos conecta.

"Juzgar te dejará fuera de las vivencias del personaje". Streep subraya un secreto actoral que deberíamos aplicarnos todos en nuestras vidas. Por ahí van sus palabras al auditorio: "A medida que crecemos, nos ponemos a reprimir nuestros sentimientos y a suprimirlos para el resto de nuestras vidas, a suplantarlos a favor de la autoprotección o de una ideología y a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás que no son como nosotros. Y así llegamos a este triste momento de la historia", reflexiona justo antes de recordar a Federico García Lorca.

"El don de la empatía es algo que todos compartimos. Experimentar los sentimientos de personas que no se parecen ni suenan como nosotros es una capacidad que todos deberíamos llevar dentro de nosotros. La empatía puede ser una forma radical de acercamiento... en nuestro mundo más hostil y volátil". Por primera vez, la palabra radical suena bonita, suena útil, suena necesaria. La entona Meryl Streep tras aprender de tantos personajes que no quiso juzgar aunque a ella, a veces, sí la juzgaran por interpretarlos. Entonces, vuelve a levantar su mirada al patio de butacas y, antes de marcharse, comparte un último obsequio que vale más que cualquier premio: "Espero que podamos hacer nuestra otra regla que se enseña a los actores 'Lo importante es escuchar'". Silencio en la sala. Levanta la mano, la acerca al pecho: "Gracias por escucharme".

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