Twitter no sólo logró ser una gran red social, también consiguió ser un verbo. El valor de la marca se multiplicó, pues pasó de ser una empresa para convertirse en una conjugación oral que hace suya la sociedad. Pero llegó Musk, Elon Musk, compró la compañía y decidió rebautizar el invento con su letra favorita, X.
Al principio, sonó a fanfarronada. Cómo se iba a cargar un distintivo tan poderoso. Sin embargo, nunca hay que menospreciar los caprichos del dinero personificado. Si hasta llamó X Æ A-Xii a su propio hijo. El vocabulario único de Twitter se ha ido esfumando y la plataforma lo ha modificado en su aplicación por términos que comparte con todas las redes sociales, igualándose a aquellos que se quedaron lejos de conquistar la singularidad de Twitter.
Tuitear ya es Postear. Retuitear ahora es Repostear. 44.000 millones de dólares pagó Musk por un sello excepcional que, ahora, suena a web prohibida. Pero da igual que se devalúe una denominación con una implicación social de tal magnitud que ha traspasado el imaginario colectivo, pues a él le gusta la X desde pequeñín. Incluso plantó una X de luces parpadeantes en la azotea de la emblemática sede de San Francisco, en el 1355 de Market Street. Los vecinos se quejaron. Sus ganas de llamar la atención propiciaban un resplandor angustioso.
Por momentos, da la sensación de que Elon Musk es como un malcriado niño grande que necesita casito. No le subestimemos. El potencial de Twitter importaba menos que el altavoz mundial que le iba a otorgar esta inversión. Aunque, en realidad, su capacidad de arrasar con el poder de la marca de la red social que compró describe a la perfección la ambición desmedida de cuando tienes tanto dinero que nadie te puede llevar la contraria y te sientes superior a todo lo que se mueve. Entonces, tu libertad es la avaricia. La libertad es tu antojo. La libertad se confunde con un capricho infantil a romper al gusto.
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