Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El disparate de Maite Galdeano y Jorge Javier Vázquez en el final de la gala de 'Supervivientes'

Maite Galdeano y Jorge Javier Vázquez gritando más de un minuto 'sola' en Supervivientes.
Maite Galdeano y Jorge Javier Vázquez gritando más de un minuto 'sola' en Supervivientes.
Mediaset
Maite Galdeano y Jorge Javier Vázquez gritando más de un minuto 'sola' en Supervivientes.

Hubo un tiempo en el que los créditos finales de los programas de televisión atesoraban una historia que nos dejaba pegados frente a la emisión. El espectador se quedaba hasta en ese momento de cierre, en el que ya todo el pescado está vendido y aparece el rodillo con los nombres de los profesionales que firman el programa. El público esperaba el desenlace, pues intuía que el guion se guardaba alguna creatividad en la manga con el objetivo de concluir bien la trama, despertarnos ganas de ver más y que regresáramos la próxima semana con esa sensación de estar ante la ilusión de lo imprevisible. 

Ahora, en cambio, la frenética competitividad televisiva también ha homogeneizado los desenlaces de los espectáculos de prime time que terminan habitualmente en un protocolario plano general. Y listo. Cuando lo suyo es captar la expresividad en primer plano que subraya y resume el tono del talent show, el reality o lo que sea. 

El instinto televisivo de Jorge Javier Vázquez ha recuperado ese colofón que te deja atrapado frente a la pantalla en la última gala de Supervivientes. Al final, Vázquez es más comunicador que presentador, pues no sólo conduce el guion del programa. Su éxito está en que escucha de forma activa y crea momentos en directo que impulsan la personalidad de concursantes e invitados al plató.  Juega desde una libertad creativa que enriquece la televisión cuando tiene el tiempo suficiente y los secundarios aliados. Maite Galdeano es una de esas cómplices. Jorge se agarra a ella y ella a él, en unos platós que se sienten más acomplejados que antes, que los sentían suyos.

Y cuando estaban a punto de asomar los títulos de crédito de la última gala de Supervivientes. Vázquez cogió a Galdeano, pidió que quitaran la sintonía habitual y le propuso un particular récord de "apnea" repitiendo sin parar su 'Sola'. El equipo de realización estuvo rápido, el de las músicas también. Los nombres de los profesionales del programa empezaron a aparecer por la pantalla, mientras Galdeano gritaba "sola, sola, sola...". Sin parar, durante más de un minuto. Una y otra vez, con una aplastante expresividad corporal de brazos abiertos que llenaba la imagen. Y, a su lado, Jorge danzaba al ritmo. En ese instante en el que la audiencia apaga la tele, los ojos de los espectadores se abrían para ver la travesura. Estaban creando el final feliz, la apoteosis disfrutona, el momento de complicidad social de cuando el programa ha acabado pero se sigue pensando en el espectador desde aquellos currante del oficio del entretenimiento que han aprendido que el buen gag es el que no se queda a medio gas.

Eso es la tele, generar vínculos de empatía sin demasiado miedo a despeinarse, relativizando hasta el sentido del ridículo, entendiendo que no hay que tutelar al espectador, recordando que la buena historia es la que acaba sin olvidar que a la vida hemos venido a jugar. A la tele que divierte, aún más.

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