El sábado se murió Pablo Ráez y estoy enfadada con el mundo. Estoy enfadada con la enfermedad, con el cáncer, con la leucemia, con la vida, con la muerte. Estoy enfadada por elegir a un chico tan joven al que le debería quedar toda la vida por delante para llevárselo de aquí con tan solo veinte años. Estoy enfadada por escoger a un chico sano, deportista, lleno de vida, de esperanza y de alegría, con una familia que no encontrará explicaciones ni consuelo, con una novia a la que le han arrancado el corazón, y con tantas personas que le seguían y a las que estaba haciendo tanto bien con su lucha, con su ejemplo, con su valentía.

Estoy enfadada porque creía que no se iría. Porque estaba segura de que volveríamos a verle recuperar su bonito pelo alborotado y su barbota y su cuerpo atlético, y volveríamos a disfrutar con esos vídeos a los que nos tenía acostumbrados en su Instagram, haciendo flexiones en la playa o en el parque y dejándonos con la boca abierta.

Estoy enfadada con el cáncer porque no pudo con él a la primera y le dio un palo dos veces. Y dos veces perdió el pelo y la barba, y dejó de hacer acrobacias en la playa, pero en ninguna de las dos ocasiones perdió la sonrisa, ni las fuerzas, ni las ganas de luchar. Luchó por él y lo hizo por los demás. Emprendió una cruzada para conseguir más donantes de médula y consiguió dar visibilidad a su causa y multiplicar por diez las donaciones.

Dejamos de verle fuerte y atlético por temporadas pero nunca dejamos de verle reír, de enviarnos sus palabras de aliento y sus mensajes maravillosos que se propagaban por las redes sociales, y esa imagen tan suya con el brazo flexionado en señal de fuerza, que daba igual que fuera un brazo musculado o delgadito por la enfermedad, él lo levantaba siempre con las mismas ganas.

Estoy enfadada porque hacía días que nos contaba que la pelea se ponía difícil pero todos pensamos que ganaría una vez más y deseábamos verle aparecer de nuevo recuperado.

Estoy enfadada con el cáncer pero sobre todo estoy enfadada contigo. Estoy enfadada con toda esa gente que no hace nada bueno. Estoy enfadada con las personas que hacen daño a los demás con sus palabras, con sus gestos, con sus actos. Estoy enfadada con quienes molestan, quienes no ayudan, quienes hieren, quienes se dedican a incordiar, a no construir, a no hacer nada por los otros.

Estoy enfadada porque estáis aquí ocupando un sitio, un sitio que os han dejado personas como Pablo que hacían tanto bien. Así que aunque sólo sea por ellos, aunque sólo sea por él, pensad en esto hoy: pensad en cuánto mejor es hacer feliz a los demás y cuántas cosas buenas podéis hacer en vuestra vida con el tiempo que aún os queda.

A Pablo se lo llevó la muerte ayer. Y tú que aún tienes vida, te has preguntado ¿qué estás haciendo con ella?...