CHARO RUEDA. PERIODISTA
OPINIÓN

La felicidad está sobrevalorada

Día Mundial de la Felicidad.
Día Mundial de la Felicidad.
GTRESONLINE
Día Mundial de la Felicidad.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define felicidad como un estado de grata satisfacción espiritual y física. También como persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz, y como ausencia de inconvenientes o tropiezos. Resulta que de unos años acá, la felicidad es un valor en alza, aunque los gobiernos hagan poco por conseguirla para sus administrados.

Se hacen índices sobre felicidad, fines de semana de conferencias con sesudos expertos, estudios diversos o se crean institutos que se encargan de estudiarla y distribuirla como si de un alimento básico se tratara, que ojalá fuera así. Incluso Naciones Unidas ha instaurado un Día Internacional de la Felicidad –que se celebra el 20 de marzo– y realiza cada año un informe sobre cuán felices somos los ciudadanos de los 156 países del ranking.

Tiene en cuenta seis factores: los niveles de Producto Interior Bruto (PIB), la esperanza de vida, la generosidad, el apoyo social, la libertad y la corrupción. He leído que todos estos índices se comparan con los de un país imaginario llamado Dystopia, en donde viven los habitantes menos felices del mundo; y así, los ciudadanos de cualquier país que se compare con Dystopia serán más felices que los de este, aunque se mueran de asco. Nosotros ocupamos la posición 30 de la lista y la primera es Finlandia.

Pero ni este informe ni ninguno de los miles que analizan la sobrevalorada felicidad hay que tomárselos al pie de la letra. No es oro todo lo que reluce en esta nueva filosofía, y así lo cuentan la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas en Happycracia, un libro en el que explican que la expansión en las últimas décadas de la psicología positiva por todo el mundo es la razón de la omnipresencia de la felicidad y su llegada a las agendas de muchos países. Y a su alrededor florece una poderosa industria con terapias positivas, servicios, aplicaciones... que prometen soluciones efectivas para una mejor slud emocional y mayor bienestar.

Según esta nueva filosofía, estamos obligados a ser felices y somos los únicos culpables de no sobreponernos a las dificultades. O sea que ser feliz está solo en la persona y no en las condiciones que le rodean a uno ni que le cueste la vida salir adelante.

Por curiosidad, me he leído la lista de la ONU de cabo a rabo y veo con sorpresa que Bután, país feliz donde los haya desde hace tanto, ocupa el puesto 95 y no doy crédito. Bután, ese minipaís budista del Himalaya que fue el primero que en los años setenta del pasado siglo introdujo como indicador la Felicidad Nacional Bruta (FNB) y rechazó utilizar el PIB. ¡La Felicidad Nacional Bruta! Y sin gurús de lo moderno.

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