
He vivido en tres autonomías desde 2011: Castilla y León, donde la sanidad funciona bastante mal, aunque depende de las zonas; Aragón, donde lo hace bastante bien; y Madrid, donde la situación es sangrante. Y no me refiero a los profesionales, que son excepcionales, sino a las listas de espera.
Ejemplo: octubre; tu médico del Centro de Salud Núñez Morgado de Madrid te pide unos análisis de sangre. Te citan en un mes. Llegas ese día 10 minutos tarde. No te admiten (entendible, problema tuyo, porque podías haber llegado a la hora). Solución: te citan para un mes después. Cuando se acerca el día, recibes una llamada y te anuncian que tu médico está de baja y no tiene sustituto: has de esperar hasta febrero.
Otra situación: Centro de Especialidades José Marvá. Ginecología. Te pide el médico una ecografía y una mamografía. Tardan siete meses en citarte.
Una más: Hospital La Paz. Tras toda una odisea hasta llegar al especialista, cuando te van a dar los resultados, resulta que han cambiado el sistema informático y está saturado. No te los pueden dar. Tienes que pedir de nuevo cita. Vuelta a empezar. En Navarra tampoco es la panacea...
¿Solución?: la privada. Si tienes recursos, ¡claro! ¿Y si no?... La Constitución (art. 43) reconoce el derecho a la protección de la salud. ¿Está garantizado ese derecho, teniendo en cuenta que un diagnóstico precoz es vital en muchos casos? No. Se supone que la sanidad debería ser igualitaria. ¿Lo es? Tampoco. Sin entrar a valorar si debería haber una autonomía o 35 o si la sanidad tendría que estar centralizada o no, lo cierto es que los recursos están mal organizados y que esto no funciona. Así, perdemos todos.
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