OPINIÓN

Arengas para una crisis

El presidente Pedro Sánchez con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias, en el Congreso.
El presidente Pedro Sánchez con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias, en el Congreso.
Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
El presidente Pedro Sánchez con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias, en el Congreso.

Es inimaginable la tensión y el peso de la responsabilidad que deben sentir en estos días aquellos que tienen que gestionar la crisis del coronavirus. Es una de esas situaciones diabólicas en las que es más fácil errar que acertar. Y si aciertas nunca lo sabrás, porque acertar puede suponer que se reduzca el número de víctimas, pero no sabrás cuántas y, en cualquier caso, morirán muchas personas.

"El protagonismo y el postureo no curan a un solo enfermo"

Es por eso que hacía bien Pedro Sánchez cuando pidió hace días que no se utilizara esta situación para la disputa política. Esa buena voluntad, compartida entonces por la oposición, ha terminado ya.

Han pasado demasiadas cosas, y nada es gratis. Menos aún en política. Pero, precisamente, aquella buena voluntad inicial cuadra mal con las arengas en defensa de lo público (algo muy necesario siempre) para ponerlo en contraposición, como si fuera incompatible, con lo privado. Como si no se hubiera producido una movilización nacional y altruista de lo privado para ayudar en estas circunstancias.

"Lo privado, en momentos como este, también es de todos, pero su esfuerzo, sin recompensa, acabará con muchos empleos"

¿Qué empresa pública está fabricando el material sanitario que se necesita? Son empresas privadas, que se han reconvertido a cambio de nada. Son las textiles, para hacer batas. Son las tecnológicas, para que no se caiga internet por el exceso de uso y se pueda seguir teletrabajando y estudiando desde casa. Son las cadenas de hoteles, que prestan sus instalaciones para transformarlas en hospitales. Son los periódicos, las emisoras de radio y las cadenas de televisión en abierto, que informan y entretienen sin pausa, a pesar de que el mercado publicitario se ha hundido porque no hay empresa que quiera anunciarse ahora. Las cadenas comerciales, por ejemplo, siguen dando un servicio público gratuito: los españoles están pegados a la televisión en torno a seis horas diarias.

Lo privado, en momentos como este, también es de todos y también es imprescindible. Pero su esfuerzo, sin recompensa, acabará con muchos empleos.

"En España, la política no se entiende sin trincheras"

Moncloa trata de encontrar el tono que el presidente debe ofrecer ahora. Pudo elegir el espejo de Barack Obama, pero ha optado por seguir (hasta parafrasear) a Winston Churchill. No es mal ejemplo si se utilizara para todo, no solo para los discursos. Porque Churchill lideró al Reino Unido en la II Guerra Mundial con el jefe de la oposición, Clement Attlee, sentado a su lado en el Consejo de Ministros. Aquí, ni al presidente ni al líder de la oposición se les ocurre tal cosa, porque en España la política no se entiende sin trincheras. Y, de hecho, la coalición existente tiene serias dificultades para unificar su actitud y repartirse el protagonismo público. Pero el protagonismo y el postureo no curan a un solo enfermo ni evitan la pérdida de un solo empleo.

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