Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Unión Europea, valores y clima

Tras las inundaciones y los derrumbes sufridos en el área de Ensival, un hombre ayuda a una mujer y su hijo a cruzar una calle.
Un hombre ayuda a una mujer y su hijo a cruzar una calle tras las inundaciones en Centroeuropa.
STEPHANIE LECOCQ / EFE
Tras las inundaciones y los derrumbes sufridos en el área de Ensival, un hombre ayuda a una mujer y su hijo a cruzar una calle.

Estamos tan concentrados en nuestras cuitas internas y enfrascados con tanta pasión en debates hispanoespañoles, la mayor parte repetitivos y estériles, que nos olvidamos de que lo importante y sustancial pasa hoy más que nunca por la Unión Europea. Como nos recuerda el periodista Emilio Ordiz en 20minutos, la UE se encuentra en un momento muy interesante, de transformación de sus políticas. Pese a todos los pesares, el proyecto europeo es hoy más fuerte que cuando le cayó encima la crisis de 2008, pues entre tanto ha sabido hacer frente a la salida del Reino Unido y, además, la sacudida de la pandemia le ha ido muy bien. Por desgracia, no todos los gobiernos de los 27 comparten los valores de la UE, como ocurre con Hungría y Polonia, que violan los derechos de las personas LGTBI, pero por fin la Comisión se dispone a denunciarlos ante la justicia comunitaria y la Eurocámara propone que se les congele la llegada de los fondos de recuperación.

"El diluvio apocalíptico que ha sufrido Centroeuropa confirma que nos espera un futuro muy problemático"

La única forma de frenar las pulsiones populistas, las derivas iliberales o los discursos euroescépticos es que el ciudadano medio encuentre en las propuestas de la UE respuestas tangibles a sus problemas. Con la campaña de vacunación finalmente está siendo así, aunque por desgracia los países del este se están quedando rezagados con un ritmo demasiado bajo de pinchazos por miedo a las vacunas. Junto a la defensa de los valores de la Unión, la respuesta sanitaria y económica a la pandemia, el otro gran tema es el clima. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, presentó la semana pasada un amplio paquete legislativo de medidas para hacer frente al cambio climático que implica una reducción del CO2 del 55% en el 2030 y el objetivo de ser un continente climáticamente neutro a mediados de siglo. El diluvio apocalíptico que ha sufrido Centroeuropa confirma que nos espera un futuro muy problemático si la humanidad no es capaz de frenar en seco sus causas.

Que la UE lidere estas políticas es importantísimo, pero no servirá de mucho si los gobiernos y los ciudadanos no nos implicamos a fondo, porque el plan verde europeo va a encarecer la factura energética, agudizando las desigualdades sociales. Necesitamos desvincular el carbono del crecimiento económico, pero esa transición es tan cara como dolorosa, por ejemplo, para el sector del automóvil. Si no es justa, será inviable o socialmente muy conflictiva, aunque el cambio climático ya está castigando a los más pobres. La creación de un Fondo Social del Clima para hacer frente a la pobreza energética con dinero inicial de la UE y financiado después con los ingresos que genere el comercio de los derechos de emisión es una medida imprescindible, seguramente insuficiente, pero en la buena dirección.

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