Novak Djokovic estuvo demasiadas veces cerca del abismo. La fatídica puntería, alcanzando la garganta de la incrédula jueza de línea, en el US Open remata un año terrible para su imagen que se ha ido desgastando durante la pandemia hasta tocar sus cotas más bajas en este momento.
Lo de menos es ya la ocasión desperdiciada de volver a ganar un Grand Slam en un torneo, al que tanto Federer como Nadal decidieron no acudir.
Esos demonios del que juega contra sí mismo, del que no sabe controlar sus emociones dentro de la pista ya afloraron en otras ocasiones, cuando su raqueta voló cerca de un recogepelotas o cuando golpeó la silla del juez. Su historial de enfados es largo y notorio.
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