Carlos Balado Director General de Eurocofin
OPINIÓN

El mayor daño a la economía será el estigma

La reactivación de la hostelería y el turismo en Madrid serán claves para la recuperación de la economía de la región.
La reactivación de la hostelería y el turismo serán claves para la recuperación de la economía.
Jorge París | Jorge Paris
La reactivación de la hostelería y el turismo en Madrid serán claves para la recuperación de la economía de la región.

“Nada va ser lo mismo” es una frase que resume el pronóstico más frecuente que se oye en las conversaciones de todos los confinados. Le acompaña el vaticinio de que la demanda y los hábitos de los consumidores van a cambiar.

Hay motivos abundantes para asumir esa creencia. El Banco de España sitúa la contracción del PIB durante este año entre el 6,6%, en el escenario más benigno, y el 13,6%, en el más adverso y prevé que la caída que sufra el PIB este año, se recuperará entre el 70%, en el escenario menos favorable, y el 80%, en el escenario más optimista, en 2021.

Según el FMI, la lenta recuperación se reflejará también en la evolución de la tasa de paro, que se situará en el 20,8% a finales de este año en España para reducirse al 17,5% en 2021, lejos aún del 14,1% en el que cerró en 2019.

¿Qué seguirá igual y que cambiará?

El primer cambio ya ha ocurrido, no hay demanda ni consumo, pero es algo temporal, una circunstancia abocada a desparecer que depende de tres criterios, completamente en manos del gobierno: impacto de la pandemia, capacidad para realizar test y capacidad de los sistemas sanitarios.

España no tiene un plan para esto. Es un caso de “anti estrategia” o “contra estrategia”, parece que todo se fía a buenos deseos y a que Europa resuelva ese problema.

Por lo tanto, ese primer cambio, dado que es impuesto y provisional, se verá desactivado por la fuerza de un consumo y una demanda retenidos, que reaparecerán. El envejecimiento de la población llevaba a priorizar los negocios vinculados a la salud y la asistencia y esa tendencia persiste, más bien se refuerza.

Desinfección en una residencia de mayores por parte de la Brilat
Desinfección en una residencia de mayores por parte de la Brilat
BRILAT - Archivo

No va a cambiar el modo en que las personas tomamos decisiones y la pandemia no lo va a transformar por varias razones. La primera es que, como la psicología social ha demostrado, imaginamos muy mal el futuro porque estamos atrapados por el presente o “presentismo” (Dan Gilbert) y esta es una carga que distorsiona las expectativas y las previsiones que se realizan respecto de lo que ocurrirá.

El presente es la base de partida para tomar decisiones, para estimar, en términos económicos, el valor esperado de un bien o un servicio. Ese análisis depende de dos factores, uno, qué probabilidad existe de que una opción elegida permita una ganancia y, dos, qué valor proporcionará esa elección.

Lo habitual es equivocarse al calcular la probabilidad de ese beneficio potencial, y también al estimar el valor que nos va a reportar comprar o vender un bien o servicio.

En el primer caso es debido a que la velocidad con que las cosas llegan a la mente nos da un sentido falso de probabilidad. El cálculo se realiza en función de la información que recibimos y tenemos a mano y, ahora mismo, esa estimación está deformada por el estrés que genera la amenaza del virus a la seguridad física, a la seguridad a largo plazo, a la autoestima y a otras cosas que se aprecian, por tanto, el error es ineludible.

No hay garantía de salida del confinamiento

Además, no hay garantía de salida del confinamiento e incluso hay riesgo de que, llegado el caso, se vuelva repetir. Como en una operación bélica, y esta lo es, cuando hay ataque aéreo, suena la alarma y la población se recluye. Si despareciera el miedo, aunque no el problema, el cálculo de probabilidades sería otro.

Y en el segundo caso, el error ocurre porque cuando se acerca el futuro que habíamos imaginado, sencillamente cambiamos de opinión, es la tendencia natural a dar más importancia al ahora que al después.

Un ejemplo. Al preguntar por la disposición a pagar por asistir al concierto de una cantante favorita de hoy, que tendrá lugar dentro de diez años, el público está dispuesto a abonar una cantidad alta, 129 dólares; pero si la cuestión es pagar por acudir a un concierto de esa cantante favorita, pero de hace diez años, la cantidad baja a 80 dólares, casi la mitad menos.

Cajera de un supermercado recibiendo el dinero usando guantes.
Cajera de un supermercado recibiendo el dinero usando guantes.
EFE

Las cosas no se ven igual que cuando se desearon. Ocurre lo mismo en sentido contrario, lo más temido casi nunca es tan terrible como se imaginaba, y está demostrado que una mayoría muy considerable de las personas que sufren experiencias pavorosas se acaban recuperando.

Las decisiones no son objetivas, hay que esforzarse para conseguirlo, de hecho, lo natural es que si hay que elegir, las personas consideren los atributos positivos, pero al rechazar, sólo se ven los atributos negativos. Es un proceso permanente por el que, por un lado, las situaciones se ajustan a nuestros pareceres, y por oro, nuestros pareceres cambian para ajustarse a las nuevas situaciones.

Y ahí es donde aparece un riesgo económico muy alto, que el coronavirus genere un estigma.

En la antigua Grecia el término hacía referencia a la marca que se grababa en el cuerpo de ciertas personas, bien como castigo de delitos graves o como símbolo de esclavitud, una marca infame que indicaba que la persona debía ser evitada.

La solución al estigma, y también al prejuicio, está en el contacto, y en que su duración, frecuencia y proximidad sea suficiente como para permitir el desarrollo de relaciones positivas, que son la base del comercio. ¡Cuidado con ese cambio, que está en manos de las autoridades evitarlo!

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