Seguro que a Don Quijote le hubiera gustado la lectura telemática de sus andanzas, que se celebra hoy, Día del Libro y de San Jorge, organizada, como cada año, por el Círculo de Bellas de Artes de Madrid.
Acostumbrado a distinguir los prodigios hasta donde no los había, le parecería admirable que el poder de la lectura venza al maligno coronavirus. Y que la sesión esté dedicada a todas las víctimas que ha causado y sigue causando la terrible enfermedad. La lectura tendrá hoy un efecto especialmente balsámico.
Seguro también que a Don Quijote le hubiera gustado 'El infinito en un junco', el ensayo magnífico donde Irene Vallejo ha contado la historia de los libros. Qué mejor biógrafa que la niña que se enamoró de las historias que le contaban sus padres antes de dormir hasta el punto de que pensaba que habían sido escritas para ella. “Cuando un relato me invade, cuando su lluvia de palabras cala en mí, cuando tengo la seguridad –íntima, solitaria- de que ese autor ha cambiado mi vida, vuelvo a creer que yo, especialmente yo, soy la lectora que ese libro andaba buscando”, escribe.
Es lo que logró Cervantes con Don Quijote. Nos reconocemos en sus ilusiones, en sus aventuras fallidas y en el triunfo de su integridad. En su melancolía y en su humor, en su ingenuidad y en su cordura. Va a ser emocionante la lectura telemática de El Quijote. La palabra convierte la frialdad en calidez. “Si alguien lee para ti -dice Irene Vallejo, siempre sabiamente- desea tu placer. Es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida”.
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