Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La pelea entre las productoras de Telecinco: modelo de éxito envenenado

Rocío Carrasco y Gloria Camila, en 'Ya son las 8'.
Rocío Carrasco en 'El Porgrama de Ana Rosa' vista por Gloria Camila, en 'Ya son las 8'.
TELECINCO
Rocío Carrasco y Gloria Camila, en 'Ya son las 8'.

Hay una especie de mantra empresarial que confía en la competencia entre equipos. Incluso dentro de la misma compañía. "Si tus empleados rivalizan, trabajarán mejor". Es la cultura del yuppie agresivo de toda la vida que, tal vez, se ha implantado como natural en una sociedad más individualista de lo que debería.

En la programación de Telecinco esta insana rivalidad se visibiliza entre las productoras que trabajan para la cadena. Deberían ir todas a una, pues los programas comparten contenidos, frecuencia y objetivo: liderar en conjunto. Sin embargo, ni siquiera se disimula el choque entre los equipos de 'Sálvame' y 'El Programa de Ana Rosa'. De hecho, a veces sus líneas editoriales son antagónicas interesadamente para debilitar al compañero. Y la contienda entre formatos televisivos se lleva tan al límite que hasta terminan mostrando las trampas de la cadena.

Alguna mente pensante pensará que este competidor escenario favorece al rendimiento final de la empresa. Sus trabajadores rivalizan y, así, están más despiertos. Quieren ser mejor que los demás. Aunque haya que arrasar con los demás. Sus compañeros son competidores, no aliados. 

Pero la televisión, como la vida, es un trabajo en equipo. Una cadena es una factoría en la que cada miembro debe colocar una pieza con la mejor de las precisiones. O todo se derrumba. Es un poco lo que sucede en Telecinco. La pelea interna ya no funciona, sólo evidencia las debilidades del canal. Tal vez, por eso mismo, Rocío Carrasco ha pisado esta semana el plató de 'El Programa de Ana Rosa'. El magacín matinal no apoyaba el contenido de su docuserie, son de productoras diferentes. Sin embargo, todos deben remar en el mismo camino. Porque todos están en el mismo canal. Y lo nuevo de Carrasco necesita promoción porque no logra el mismo rendimiento que el pasado año.

"Se ha interiorizado que lanzarse a amortizar el conflicto siempre suma cuando a la larga resta, agota, desencanta y perdemos todos".

El motor de una empresa televisiva se cimenta más en tener motivados a los trabajadores con la ilusión de estar orgullosos del resultado de su cometido que en convertir en un reality show su día a día laboral. Eso parecía funcionar en el boom de Gran Hermano, pero la sociedad quiere más compañía creativa que peleas egocéntricas que ni se comprenden en emisión. 

Mediaset en los últimos tiempos ha dejado fluir esa lucha entre productoras que, tal vez, conseguía un modelo empresarial aparentemente perfecto: se anualaba a otros canales porque toda la competencia en el género del corazón estaba bajo el paraguas de una misma cadena. La batalla estaba en Telecinco con protagonistas y antagonistas, dentro y fuera de los platós. Sin embargo, el desgaste de ese choque ha propiciado que sean sus propios programas enfrentados los que hayan deteriorado la credibilidad de los dimes y diretes en el ojo de un espectador. En cierto sentido, es similar a los partidos políticos si optan por atacarse entre ellos con generalidades populistas. Entonces, atacan la confiabilidad de la sociedad. La propia sobreexposición de la contienda en la parrilla de Telecinco ha hecho a la audiencia más recelosa, más incrédula. Son los propios presentadores los que se encargan de hacerlo destapando entresijos. En directo. Porque se ha interiorizado que lanzarse a amortizar el conflicto siempre suma (audiencia instantánea) cuando a la larga resta, agota, desencanta y perdemos todos.

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