Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

La energía nuclear es parte de la solución

Central Nuclear de Trillo (Guadalajara)
Central Nuclear de Trillo (Guadalajara).
EUROPA PRESS - Archivo
Central Nuclear de Trillo (Guadalajara)

Imposible volver a escribir en estas páginas y no empezar hablando del precio de la luz, el asunto que más titulares ha generado este verano, y relacionarlo con el problema global al que la humanidad se enfrenta, el cambio climático, y sobre el que también hemos tenido preocupantes noticias tras el último informe del IPCC.

Está claro que la única forma de evitar que la temperatura media en los océanos y continentes aumente por encima de 1,5º en 2040 es descarbonizar nuestras fuentes de energía. En caso contrario, las consecuencias serán catastróficas, incluso apocalípticas si el incremento alcanza los 3º o 4º a finales de siglo. 

Nadie duda que la apuesta por las renovables es prioritaria, pero también hay que ser realistas y aceptar que pocos países van a obtener a medio plazo el 100% de su energía de fuentes limpias. Afirmar lo contrario es engañar a la ciudadanía y no afrontar el debate de la transición energética, que también tiene consecuencias en el precio de la luz en los hogares y las empresas.

Sus detractores se atrincheran tras los desastres de Chernóbil o Fukushima, ignorando su excepcionalidad

Y aquí es cuando la energía nuclear aparece como aliada para salvar el clima por la sencilla razón de que, a diferencia del carbón o el gas, no emite gases de efecto invernadero. Lo ha dicho Naciones Unidas en su último informe. Sin embargo, las centrales nucleares siguen denostadas social y políticamente, sobre todo en algunos países de Europa, como España, donde parece imposible abrir un debate sereno porque sus detractores se atrincheran tras los desastres de Chernóbil o Fukushima, ignorando su excepcionalidad y que en el mundo hay ahora mismo más de 400 centrales que operan sin ningún problema. 

En realidad, lo que hay es mucha hipocresía porque no vamos a poder prescindir de nuestras viejas nucleares, que van a seguir funcionando hasta 2035, según los propios planes del Gobierno, sin que nadie se atreva a coger el toro por los cuernos y proponga construir nuevos reactores, mucho más eficientes e igualmente seguros.

Es cierto que los residuos nucleares son un problema porque hay que almacenarlos durante muchísimo tiempo, pero también que se gestionan sin mayor problema. En España nadie los quiere y los enviamos a Francia (pagando, claro), cuando podrían alojarse en algunos municipios, lo que económicamente iría bien para la localidad que los acogiera. Pero la fobia nuclear ha hecho mucho daño. Lo estamos pagando caro y más lo pagaremos.

Una apuesta por esta fuente de energía, que es limpia, nos abarataría el precio de la luz, como ocurre en Francia, que no piensa renunciar a la nuclear. En el mundo hay hoy 54 reactores en construcción, 100 planeados y más de 300 propuestos. No es cierto que tengan los días contados y menos si realmente queremos luchar contra el cambio climático. 

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