En cierta ocasión alguien sugirió a la ciudadanía la necesidad de asaltar los cielos y nada sucedió. El cielo sigue ahí imperturbable, viendo pasar el tiempo con sus ventiscas, borrascas y aguaceros. Pero ¡Ay! La pandemia aprieta y la ciudadanía sale más que nunca de sus casas de ladrillo y hormigón para asaltar algo más sólido que cielo: el monte.
La sierra de Madrid, el Montseny, Collserola y los parques naturales de toda España reciben la invasión de miles de urbanitas sedientos de aire puro y relajo. No lo critico, ni me parece mal la opción escapista de ‘fin de’ con mascarilla e higiene, pero sí que creo conveniente reclamar cuidado y mimo para nuestros prados y bosques.
No se puede, ni se debe, asaltar bruscamente el monte. Nuestro campo precisa el mimo del hombre para seguir siendo lo que es: un espacio donde el ser humano se reencuentra armónicamente con la naturaleza y sus propios pensamientos.
A lo largo de las últimas semanas la afluencia de visitantes deterioró seriamente el equilibrio ambiental de muchos de nuestros espacios verdes. Alerta púes, aprendamos de la sabiduría de la gente del campo, de los buenos buscadores de setas, espárragos, frutos silvestres y similares… Ellos nos cuentan que las recolecciones del futuro están determinadas por un comportamiento ambiental correcto en el presente.
Quien hoy maltrata, esquilma y asalta con su descuido el monte crea los yermos del mañana. ¡Ah! Y quien no restringe su movilidad genera peligros innecesarios…
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