Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Diario de un confinamiento

Lector en el balcón durante la Diada de Sant Jordi
Un joven lee un libro en su balcón.
DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS - Archivo
Lector en el balcón durante la Diada de Sant Jordi

Cumplimos nuestro décimo día de confinamiento. Y aquí estamos, sin saber muy bien hasta cuándo debemos permanecer encerrados en casa, aislados. En el centro de salud nos dijeron diez días. Entienden que a partir de ahí apenas hay riesgo de contagio, pero tal y como ha ocurrido todo, hemos decidido aguantar cinco días más, hasta el domingo.

Mi positivo fue todo un shock: no tenía síntomas, me encontraba perfecta. Solo la fiebre de Emma nos hizo activarnos. Le habían hecho la PCR en el centro de salud y aquello podían no ser unas anginas. Su positivo tardó cinco días en llegar, tiempo en el que mi hija lo pasó francamente mal. Fiebre muy alta, mucho dolor de garganta y una debilidad que apenas le permitía moverse: teníamos que bañarla entre mi marido y yo. Cinco días en los que temes lo peor: que todo se complique, que la fiebre no baje. Estás tan pendiente de ella, de tomarle la temperatura, de chequear que el pequeño sigue asintomático, que te olvidas un poco de cómo te encuentras tú. Hasta que comentas por teléfono con tu hermano (es médico y es el que nos ha hecho el seguimiento mañana y noche estos días) que te encuentras cansada y que te duele ligeramente la cabeza. Síntomas de que el bicho está ahí.

"Mi positivo fue todo un ‘shock’: me encontraba perfecta"

Durante estos cinco primeros días, mi marido y mi hijo han estado en un limbo: sin el positivo de Emma era imposible que se activara el rastreo. Se confinaron con nosotras porque era evidente que si yo, asintomática hasta el mismo miércoles, me había contagiado (en mi empresa me hicieron una PCR el mismo lunes y di positivo), ellos también. Tras la llamada del centro de salud del viernes, por fin les citaron para hacerles la prueba, este lunes. Y otros cinco días, como mínimo, de espera para saber su resultado.

Durante este tiempo Emma se ha recuperado por completo. La fiebre por fin remitió, volvió a recuperar el apetito y, de hecho, a día de hoy anda preguntando ‘¿cuánto queda?’, síntoma de que está bien. Nosotros, mi marido y yo, hemos perdido el olfato y el gusto. En mi caso, empiezo a notar ya el sabor de ciertos alimentos. Me noto más despejada, con ganas de hacer cosas, de activarme.

"Da igual que los centros de salud hagan cientos de PCR: sin resultados inmediatos, de nada sirven"

Durante el estado de alarma no dejé de ir a trabajar ni un día. Y durante aquellas semanas escuchaba a mi familia y amigos contarme el reto de superar tantos días encerrados. No lo he entendido hasta ahora. Son ya diez días sin pisar la calle, aprendiendo a hacer la compra online, a dividir el día en franjas y actividades para no quedarnos todo el tiempo sentados viendo la tele. El mundo puzle ha entrado en nuestras vidas, y nos ha enganchado: reto y trabajo en equipo. Y resulta casi una paradoja de lo que ha supuesto esta enfermedad: si no sumamos esfuerzos, no servirá de nada el desgaste de personal sanitario y de medios que estamos haciendo. Da igual que los centros de salud hagan cientos de PCR: sin resultados inmediatos, de nada sirven.

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