Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

No besar, no tocar ni acercarse

Coronavirus
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EMA - Archivo
Coronavirus

El título de esta columna podría confundirse con algún apartado del anteproyecto de Ley de Libertades Sexuales que tanta polémica suscitó esta semana, pero no es la intención. 

Esas tres indicaciones tratan de conjurar el temido contagio del coronavirus por la vía del contacto. Son recomendaciones que están calando ya en las relaciones sociales hasta el punto de imponerse el saludo displicente en la distancia donde antes había un estrechar de manos, un abrazo o ese par de besos, uno por mejilla, que estipulaba la tradición.

Es cierto que, a veces, hay más compromiso que afecto en esos ósculos y que, con frecuencia, nos toca besar a quien no queremos o que nos bese alguien que tampoco desea hacerlo, pero se supone que ese besuqueo contribuye a mejorar el trato entre los seres humanos . 

Ahora la situación exige evitar, en lo posible, el contacto personal, que corra el aire al menos un metro y, por supuesto, nada de tocar. Porque las manos no solo van al pan sino también a los ojos, la nariz o la boca, zonas húmedas del cuerpo donde se puede instalar el bicho. Tanto han insistido con las manos que empiezo a recelar hasta de las mías y no dejo de lavarlas como Pilatos en el intento de cumplir con la prevención.

Las epidemias empujan 
a mirar con recelo al prójimo

En verdad corren malos tiempos para las muestras de afecto. Las epidemias empujan a mirar con recelo al prójimo imaginándolo bajo sospecha de estar contagiado, sobre todo si tiene acento italiano o los ojos achinados. El miedo se contagia más rápido que el virus y en el imaginario público se asienta una suerte de realidad aumentada demasiado próxima a la histeria. 

Para evitarlo, las autoridades sanitarias han de gestionar la crisis con la mayor coordinación, trasparencia y responsabilidad, y los medios de comunicación estamos obligados a contrarrestar el desafuero reinante en las redes.

La compra masiva de mascarillas en farmacias y tiendas de pintura –agotando existencias– da idea de lo fácil que resulta entrar en pánico. A pesar de los esfuerzos por aclarar que solo las requieren las personas infectadas, se han llegado a pagar cerca de 1.000 euros por lo que antes costaba cinco. Otro tanto acontece con los geles y otros desinfectantes como el alcohol y agua oxigenada. Es suficiente con el agua del grifo y el jabón, pero el miedo es libre y la tontería también.

El del coronavirus no es, desde luego, un problema menor, como lo prueba el agujero económico que lleva camino de crear, y la evolución de los acontecimientos no permite prever una solución inmediata del problema. Vivimos en un mundo globalizado a todos los efectos y está claro que las fronteras no inmunizan a las personas. 

El hecho de que el primer fallecido en España con coronavirus (que no por el coronavirus) muriera incluso antes de conocerse el brote en Italia, da idea de lo difícil que resulta mantener la epidemia en la fase de contención, por lo que habrá que aprender a convivir con ella sin aspavientos ni caer en el pánico.

Es un virus muy contagioso pero no especialmente letal, y la fortaleza de nuestro sistema sanitario permite afrontarlo ajenos al dramatismo. Sin acercarse, sin tocarse y, sobre todo, sin besarse la vida será un poco mas gris, pero eso también pasará.

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