OPINIÓN

El 'annus horribilis' del PP

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tras la rueda de prensa en la que ha anunciado un adelanto electoral.
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tras la rueda de prensa en la que ha anunciado un adelanto electoral.
EFE
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tras la rueda de prensa en la que ha anunciado un adelanto electoral.

Hay días en los que uno no está para nada. Cuando la circunstancia se convierte en categoría, los días desagradables se convierten en semanas, meses o años. Ha dicho José María Aznar esta semana que el momento del PP es «manifiestamente mejorable». No era necesario hacer profundos análisis políticos para saberlo.

El desastroso resultado electoral en Cataluña –que ha convertido a los populares en esa comunidad en un partido aún más residual de lo que ya era– se suma a la bomba de racimo que suponen las declaraciones de Luis Bárcenas ante el tribunal de la caja B y, ahora, al dribbling de Ciudadanos que desaloja al PP del gobierno autonómico murciano y tiene efectos más allá de Murcia.

Esta serie de catastróficas desdichas –como el título de la conocida película– mantiene a Pablo Casado preso en la –todavía– sede del partido en la calle Génova, sobre la que parece haberse posado una maldición. El líder popular siente el acoso por tierra, mar y aire, sin que nada de lo que diga o haga reflote las expectativas del partido, y viendo cómo da igual lo que diga o haga el presidente del Gobierno, el aire siempre sopla a su favor.

Y eso confirmaría aquella máxima de Andreotti, el viejo lobo de la política italiana, de que el poder desgasta especialmente a quien no lo tiene. Que Bárcenas tratara esta semana de salvar al PP actual diciendo ante el tribunal que los chanchullos con dinero negro eran del «Partido Popular antiguo, no del de Casado», no evita que las réplicas de ese seísmo interminable hagan tambalear la estructura construida con mucho esfuerzo –y hasta con dolor– por el actual líder del partido. Nada de lo que llegue a pasar en ese juicio será inocuo para el PP de ahora. Y que Casado haya dado la orden a los suyos de no hablar de Bárcenas tendrá el efecto contrario, porque podría no haber respuestas, pero seguirá habiendo preguntas.

Y la huida de Ciudadanos hacia no-se-sabe-bien-dónde es para los populares lo más parecido a un balonazo inesperado en la boca del estómago, de esos que te dejan sin respiración durante un largo rato. Pero lo peor llega después, porque la pérdida del poder en Murcia deja en el aire los gobiernos de Castilla y León y Andalucía, y ha provocado la voladura de la coalición en Madrid. Si ya se amaban poco, a partir de ahora las sospechas mutuas serán un freno para la toma de decisiones adecuadas y un entretenimiento de periodistas. Pedro Sánchez e Inés Arrimadas han encendido la mecha en Murcia, para una explosión en cadena. Arrimadas no quiere que el PP engulla a Ciudadanos y se arrima al PSOE. Ahora lo decidirán las urnas, empezando por la deseada Comunidad de Madrid. El annus horribilis del PP podría ser no solo del PP.

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