OPINIÓN

La radio, una amiga imprescindible

Estudio de radio.
Estudio de radio.
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Estudio de radio.

En el verano del año 2002, los niños de la urbanización donde vivía buscábamos cualquier excusa para bajar a la piscina, jugar al fútbol o distraernos con la Game Boy en compañía. Recuerdo cómo azotaba el calor en pleno mes de julio y lo poco que nos importaba para estar danzando de arriba para abajo sin apenas echar un trago de agua. 

Nuestros padres nos permitían bajar, excepto en la hora de la comida y la siesta. Raro era ver preadolescentes antes de las cinco en ese jardín común, pero es cierto que había algún que otro día que conseguíamos adelantarnos a las cuatro y media o incluso a las cuatro. Una de las tardes, como el clima era tan cálido, decidí ir a casa de mi amigo Roberto. Allí, en su salón con las persianas bajadas echábamos el rato a oscuras jugando a la consola, esperando que corriesen las horas para ir a darnos un chapuzón. Recuerdo cómo por su casa andaba inquieta su tía Teresa, una mujer cincuentona y soltera que vivía con ellos. Parecía muy nerviosa y me dio por preguntarle qué le pasaba. Su respuesta fue que estaba escuchando el Tour de Francia como a ella le gustaba, por la radio, porque por ahí lo vivía mucho más tensionada que en la caja cuadrada. En ese momento no entendí mucho la contestación, pero me valió.

"Unas letras digitales jamás podrán con la persuasión de una voz"

Un paseo por el bosque, una noche de insomnio, un evento deportivo, la preparación de una lasaña, elegir los productos mientras haces la compra, limpiar los baños, un atasco mañanero… si hay alguien que siempre está ahí en silencio, pero a la vez hablando, es ella. La radio es un medio de comunicación que muchos catalogan en la UCI desde que los primeros televisores se dejaron ver en nuestro país allá por los años 60. Un error de bulto dudar de ese altavoz. Al final depositar tu confianza como oyente en esa voz que has elegido hace que entre en tu hogar. Te crees su amigo, incluso si viniese a cenar a casa en Nochebuena no desentonaría porque forma parte de tu familia. Puedes llegar a contactar con alguno de esos contadores de historias que, incluso si no obtienes respuesta, al día siguiente sigues ahí al pie del cañón con la oreja puesta. Hay un dicho muy común que dice: “Si la voz te enamora, no pases por la emisora”. Se llama fidelidad. Te da más ella a ti que tú a ella.

Como periodista no puedo sentir otra cosa más que un inmenso orgullo por pertenecer a ese pequeño grupo de profesionales que día a día buscamos contar algo interesante por un micrófono. Son varios los compañeros que reconocen que dejarían su plaza en el medio que trabajan si alguien de la radio les hace una propuesta. No sé qué tiene, pero engancha. Es cierto que el mundo avanza hacia otros formatos. La radio a demanda vía online, los famosos podcast, no son un proyecto de futuro, sino una realidad. El teléfono móvil ha sustituido a los transistores y la gente mira las últimas horas en el Twitter o las páginas webs. Ahora bien, unas letras digitales jamás podrán con la persuasión de una voz. Mañana se celebra el Día Mundial de la Radio, y que dure. Con el paso del tiempo he entendido a Teresa, la tía del que fuese amigo mío en la infancia.

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