Hagan hueco para el tontico de las vibras. “No cabe un tonto más” es un estribillo que se repite de vez en cuando en diferentes foros. Es, sin duda, una sentencia discutible. Lo que sí que queda claro es que siempre cabe un tontico más. El costumbrismo digital es un cepo con jamón de bellota, una red de bajura, sangre para tiburones y una fiesta institucional con canapés y vino español (a veces, estatal) a la que los tonticos nunca dicen que no.
El tontico de las vibras es primo por parte de padre del tontico fluido. El tontico de las vibras se rige por un código binario en el que solo caben las buenas y las malas vibras. Es simple como un sonajero, a veces, amable, frotador de lomos, dócil, dúctil y maleable, liador, acaso, de algo más que tabaco en fino papel de fumar certificado con lametazo. La buena vibra viene a ser muy parecida a su santa voluntad. La mala vibra suele ser lo contrario.
Cuando hay buena vibra, este tontico se siente feliz. Se aposenta, se convierte en mueble de empresa sueca con sus complementos y su fácil adaptación al decorado. Hay, como sucede con muchos tonticos, una pequeña ciencia de las vibras con su literatura barata, sus diez consejos y su autoayuda de quiosco de aeropuerto. Las vibras -no las he entrecomillado, hablen con la RAE- son para algunos una palabra normal que no da vergüenza ajena.
La mala vibra es una excusa para huir del compromiso, la educación, el respeto y de esa persona que te dice las verdades a la cara.
Hay empresas, artículos periodísticos, revistas, páginas web, asociaciones y colectivos que tienen en su nombre la famosa palabra. Hay algún experto que se atreve a explicar que la vibración baja supone cierta relajación, sosiego y control y que la alta vibración nos lleva de cabeza al infarto por el tortuoso camino del estrés. Es desesperante, pero tiene su mercado como tantas otras sandeces.
La mala vibra es una excusa para huir del compromiso, la educación, el respeto y de esa persona que te dice las verdades a la cara. El tontico de las vibras ya no sabe quién es malo y quién es bueno, quién quiere su bien y quién quiere aprovecharse de él y chuparle la sangre. El pobre tontico de las vibras ha cambiado el sentido común por un cosquilleo en ciertas partes de su anatomía y anda muy perdido. Todo se pasa.
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