Se cumplen 32 años del asesinato de Giovanni Falcone: la historia del juez que se enfrentó a La Cosa Nostra

Se cumplen 32 años del asesinato de Giovanni Falcone.
Se cumplen 32 años del asesinato de Giovanni Falcone.
Henar de Pedro Minguela
Se cumplen 32 años del asesinato de Giovanni Falcone.

Tembló la tierra. El Instituto de Geofísica y Vulcanología acababa de registrar un pequeño movimiento sísmico. Era la autopista de Palermo-Trapani saltando por los aires tras la detonación de 500 kilos de dinamita. Corría el año 1992 y la mafia había cumplido su objetivo: matar al juez Giovanni Falcone, llevándose por delante también a su mujer y a varios escoltas. Ese era el grado de ferocidad que manejaban los que se hacían llamar uomini di onore.

Italia venía de los años de plomo. Entre los 60 y 80 se vivieron décadas de gran agitación social. Los extremos ideológicos empleaban el terrorismo político, se sucedían los titulares de las víctimas de gambizzazioni, el acto de atacar a las piernas al enemigo. Periodistas, jueces, políticos, empresarios... pero la lucha armada ideológica sería pronto eclipsada por otra guerra endémica y aún más violenta, la de la mafia.

Nos encontramos en los años 70. La Cosa Nostra era más que una gran familia, constituía todo un entramado económico-comercial con ramificaciones políticas. Se estaban convirtiendo en los pulmones de Italia. El oportunismo de muchos se tornó permisividad y el miedo hizo el silencio. Pero algunos decidieron alzar la voz, aunque les costase el último aliento.

"Lo importante no es establecer si se tiene miedo o no, sino saber convivir con ello y no dejarse condicionar por este. La valentía es eso, de lo contrario no es valentía, sino inconsciencia", diría Falcone, de amplio bigote y sonrisa perenne. Y fue precisamente su conciencia la que le impulsó a convertirse en uno de los grandes en la lucha contra el crimen organizado.

Rocco Chinnici, magistrado y fiscal jefe antimafia, llamó un día a su despacho de Palermo a un grupito de jueces y fiscales para montar un equipo inédito hasta el momento. Junto a Giovanni Falcone, Paolo Borsellino, Antonio Caponnetto, Di Lello o Guarnotta, entre otros, crearon el pool antimafia. Los iluminaba una lamparita eléctrica. No había ventanas. Trabajaban en condiciones de máxima seguridad porque los acechaban, y así se pasaron años, día y noche, metidos en un pequeño búnker altamente protegido, buscando la fórmula para acabar con la epidemia mafiosa.

La tiranía del crimen organizado se había vuelto aún más hostil. En el 79 le pegaron siete tiros a Boris Giuliano, jefe de la brigada móvil de Palermo. En 1980 fueron a por Piersanti Mattarella, hombre de la Democracia Cristiana y gobernador de Sicilia, a balazos mientras conducía junto a su familia. Dos años más tarde hasta treinta disparos al General dei Carabinieri, Alberto Della Chiesa, también junto a su esposa. Meses más tarde le tocaba al parlamentario y secretario regional del PCI en Sicilia, Pio La Torre. Y en 1983 un coche bomba mató a Chinnici, el padre de aquel grupo de justicieros. “Palermo como Beirut”, titularon los periódicos de la época.

La novedad de aquel pool fue una nueva metodología de investigación: golpear al corazón de la Cosa Nostra siguiendo el rastro del dinero. El crimen organizado había abrazado todas las ramas de la vida italiana. Sus dedos untaban también a la judicatura, y a menudo los procesos judiciales se veían truncados y obstaculizados. Falcone estaba haciendo historia en su lucha contra el tráfico de heroína en la isla. Pellizcaba a Cosa Nostra. Pero se topaba con rebajas de condenas, defectos de forma, o sentencias reducidas. Mientras, el capo mafia Totò Riina llevaba a cabo matanzas indiscriminadas que ciertos miembros de la propia familia comenzaban a criticar, porque en la mafia también hay códigos, pero Riina, apodado La Bestia, se los saltaba todos. Había que atacar a la cúpula.

Entró en juego el mafioso Tommaso Buscetta. Un tipo excéntrico. No gustaba a los de arriba porque tenía otro tipo de estilo de vida. Se había hecho potente en las Américas y se trasladó a Brasil a vivir. La Policía le pilló. Y decidió soltarlo todo. Fue el primer gran pentito que rompería la omertá. Tras compartir cientos de cigarros juntos, desvelaría a Falcone, y a todo el mundo, el entramado interno, la estructura, los ritos y las reglas. Comenzaba así el maxiprocesso.

El esfuerzo de aquel silente grupo antimafia se tradujo en un macro juicio en el que sentaron al banquillo a 475 personas. Comenzó el 10 de febrero de 1986 y terminó en en 1992. Un evento histórico. Más de 300 condenas. Varias cadenas perpetuas. Y sentó un precedente: el Estado podía ser más fuerte.

Pero la tierra tembló. El 23 de mayo de 1992 la mafia se vengó, y mataron al valiente juez sonriente. Un mes después de su asesinato, el magistrado Paolo Borsellino, su amigo desde la infancia y otro icono de la lucha antimafia, recordó en una entrevista televisiva lo que un policía le dijo una vez. Tenían que convencerse de que eran cadáveres andantes. "Tenemos la obligación moral de hacer este trabajo sin dejarnos condicionar por la sensación, o la certeza, de que todo esto pueda costarnos caro". Veinte días más tarde le mataron. Aquellos miembros del pool marcaron un hito. Eran conscientes de que los matarían. Murieron a tiros, con coches-bomba, con explosivos, por la espalda, pero con la cabeza bien alta, por la justicia. Ellos sí fueron verdaderos uomini di onore.

Biografía 

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en 'Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias' y otro en 'Criminología, Victimología y Delincuencia'.

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