Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Nuevo conflicto diplomático

Sánchez: "Si tengo algo claro es que Netanyahu no tiene un proyecto de paz para Palestina. [...] Por eso quiero comunicarles que el próximo 28 de mayo España aprobará el reconocimiento al Estado palestino.
Sánche, durante el anuncio del reconocimiento del Estado palestino.
CAPTURA
Sánchez: "Si tengo algo claro es que Netanyahu no tiene un proyecto de paz para Palestina. [...] Por eso quiero comunicarles que el próximo 28 de mayo España aprobará el reconocimiento al Estado palestino.
Sánche, durante el anuncio del reconocimiento del Estado palestino.
CONGRESO

España reconocerá el Estado Palestino, al margen de Naciones Unidas y la Unión Europea, junto Noruega e Irlanda. Estamos ante una decisión polémica donde las haya que abrirá un nuevo conflicto diplomático. Desde que tenemos gobiernos democráticos no habíamos vivido una situación internacional tan compleja: estamos en la práctica sin relaciones con Argelia, un país vecino; con Argentina, un país hermano enemistado por cuestiones personales; y ahora con Israel, lo cual implica empañar las relaciones con los Estados Unidos.

Es evidente que el Estado palestino ya existe en la práctica gobernado por la Autoridad Palestina, cuya independencia plena tendrá que ser reconocida para poner fin al conflicto con Israel. Pero son muchos los elementos que lo vienen dificultando y no se ve ventaja alguna para hacerlo de una forma aislada, en medio de una guerra de defensa convertida – eso también es cierto – en un exceso de dureza contra los agresores terroristas, pero con muchas violaciones de los respetos humanos y víctimas civiles.

En las actuales circunstancias no se ve, por ninguna parte, qué es lo que propiciará el final de los combates en la Franja de Gaza, un territorio enfrentado, por su parte, con la propia Autoridad Palestina, cuya capital está en la circunstancia de que algunos países anticipen el reconocimiento como Estado. Lo pragmático es que la guerra, a la que urge poner final, sea una oportunidad para que las partes más interesadas, comenzando por las organizaciones internacionales y las grandes potencias, entre las cuales lamentablemente España cuenta poco, se empeñen en buscar e imponer una solución.

Cuando en Washington fueron alertados de las intenciones del Gobierno de Pedro Sánchez, integrado por partidos de extrema izquierda e independentistas, de que para lograr una acuerdo de esta naturaleza hay que contar con Israel, es decir, escuchar a Israel, que exige garantías de paz entre los dos Estados con una frontera común -lo cual implicará que las milicias terroristas como Hamás o Hezbolá dejen de provocar y atacar en su empeño de expulsar a los judíos de su territorio-Pedro Sánchez llevó la propuesta a Bruselas. Sería un buen punto de partida para impulsar el reconocimiento oficial, pero la inmensa mayoría de los Veintisiete, entre ellos los que tienen mayor influencia internacional, lo retrasaron.

Un fracaso, sin duda, del presidente de España, que reaccionó intentando convencer por su cuenta a países ajenos a la UE a oficializar el reconocimiento de forma casi aislada, algo que es probable que en su propio Gobierno considere oportuno alguno de los populistas que le respaldan.

No cabe por menos recordar que la actitud de rechazo a Israel fue un empeño de la dictadura; Franco y su entorno consideraban que los enemigos de España eran el comunismo, la masonería y el judaísmo. Cuando se recuperó la democracia fue un Gobierno socialista, empeñado en ampliar las buenas relaciones con los países que el viejo régimen tenía vetado, el que procedió al reconocimiento de Israel, sin por ello dejar de defender al pueblo palestino y respaldar algunos intentos frustrados para que puedan convivir en paz y cooperación con Israel.

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