Rosario, misionera española en el caos de Haití: "La embajada no nos ha dicho nada de evacuarnos, pero nosotras nos quedamos"

Rosario Fumanal, misionera en Haití
Rosario Fumanal, misionera en Haití
OMP
Rosario Fumanal, misionera en Haití

El 7 de febrero, cuando todavía nadie hablaba del caos y la anarquía de Haití, un grupo de bandidos asaltó la comisaría de Gros-Morne, el municipio haitiano donde vive la misionera española Rosario Fumanal, una de los 50 españoles que siguen en el país. "Los delincuentes les quitaron las armas a los policías, gracias a Dios no los mataron, pero sí que consiguieron que cerrara la comisaría, con toda su caradura". Desde entonces Fumanal, de 76 años, aunque no vive con miedo, sí está preocupada por si esos mismos delincuentes entran en su casa para secuestrarla, a ella y a sus tres compañeras de congregación.

La inseguridad asola todo Haití, y también la localidad donde vive esta monja misionera española, situada a 168 kilómetros de Puerto Príncipe. La capital está tomada desde hace un mes por bandas de delincuentes que han sumido en el terror a la población, con tiroteos, violaciones y secuestros, hasta conseguir derribar al Gobierno y sumir al país en el bloqueo absoluto, con el cierre de aeropuertos, puertos y fronteras. En conversación telefónica con 20minutos, Fumanal constata, con la voz doliente por una ligera gripe, que las bandas organizadas ni son algo nuevo ni exclusivo de la capital de Haití.

La misionera de la congregación Jesús-María, nacida en Samitier (Huesca), tiene una dilatada experiencia en África y llegó a Haití en 2021 para trabajar en el taller de prótesis para amputados de Puerto Príncipe, abierto tras el terremoto de 2010. "En mayo de 2022 la situación de violencia en la capital se agravó y la congregación nos sacó de allí. Nos trasladó a Gros-Morne, donde tenemos un colegio local en el que enseñamos a leer a 600 niños y damos pastoral a los jóvenes", explica. 

Pero Gros-Morne no se libra de la espiral de violencia. Fumanal cuenta que en la vivienda que comparte con dos americanas y una peruana, vivían hasta hace unas pocas semanas dos jóvenes haitianas, de 25 y 32 años, en su primera etapa de formación para ser monjas. Ambas han tenido que regresar forzosamente con sus familias, ante la noticia de que una de las bandas que atemoriza la zona va a instalar su cuartel general a diez minutos de la congregación

"Si están tan cerca nos pueden secuestrar y estas chiquillas estarían en el mismo paquete. Nuestras superioras, desde EEUU y Roma, nos preguntaron si nos queríamos quedar aquí o marchar. Nosotras nos quedamos. Las jóvenes, sin embargo, con sus familias están mucho más seguras, pasan más desapercibidas", relata.

Pese al riesgo de un secuestro, la misionera insiste en que ella no tiene miedo. "Soy mayor y he vivido mucho, no tardaré en morir", dice con una calma sorprendente. 

Lo mismo le dijo al agente de la embajada española de Puerto Príncipe que se puso en contacto con ella por teléfono cuando estalló esta última crisis en Haití. "Cuando las cosas se pusieron gravísimas, con el asalto al aeropuerto, nos llamaron para ver cómo estábamos y si teníamos agua, comida o luz. Les tranquilicé. Les dije que aquí, dentro de todo, la vida sigue bastante normal". Sobre si le han planteado una posible evacuación, asegura que desde la embajada no les han dicho nada. Mientras, EEUU ha anunciado este miércoles que sacará en helicóptero a sus ciudadanos a la vecina República Dominicana, y la delegación de la UE fue evacuada antes del cierre del aeropuerto, a mediados de marzo. El Gobierno de España, por su parte, todavía no ha tomado la iniciativa de sacar al medio centenar de españoles que siguen en el país.

"No han dicho nada de evacuarnos, pero aunque digan que nos tenemos que ir, nosotras tenemos la libertad de decir: gracias, pero no nos vamos. Mientras el país no nos rechace, aquí seguiremos", asegura la misionera oscense.

En Gros-Morne, las monjas se sienten muy integradas, apreciadas y creen que nadie les haría daño. Exceptuando los bandidos organizados. "Otra cosa es que, si vienen a atacarnos, nadie nos va a poder venir a defender. La población está absolutamente desarmada y no quedaría nada más que aceptar lo que ocurra, no oponer resistencia y dejarse hacer".

"Es tristísimo, pero de momento esto no tiene arreglo, porque para que estas bandas se supriman hace falta un gran trabajo social y un gran esfuerzo económico"

Fumanal cree que el problema de las bandas es gravísimo. Organizadas y armadas, han colonizado todo el territorio. Y funcionan como un negocio. "Mira, el jefe, un cabecilla, forma una banda y lo tiene muy fácil para captar gente joven, chicos que no tienen ni oficio ni beneficio, ni han estudiado ni trabajan. La banda es su medio de subsistencia. Les dan armas, comida, dinero... Es su ocupación. Es tristísimo, pero de momento esto no tiene arreglo, porque para que estas bandas se supriman hace falta un gran trabajo social y un gran esfuerzo económico. Y las bandas manejan mucho dinero".

Una de las vías de financiación de estas pandillas son, precisamente, los secuestros. Bien lo sabe la misionera, que dice tener el corazón encogido estos días porque de los seis religiosos secuestrados recientemente en Puerto Príncipe, dos grupos de monjas y dos hermanos del Sagrado Corazón, el pago de un costoso rescate consiguió liberar a cuatro, pero las bandas siguen teniendo bajo captura a los otros dos.

Sin televisión, ni radio, las cuatro misioneras de Gros-Morne se informan de lo que ocurre en la capital de Haití por las redes sociales (Whatsapp, Twitter, Instagram o Facebook). Así supo Fumanal que, tras la reciente dimisión del presidente, Ariel Henry, al que las bandas exigieron la renuncia y la convocatoria de elecciones, se quiere crear un consejo nacional de siete miembros que lleve al país a una transición. "Pero este consejo ha nacido muerto", dice la misionera, "porque los representantes son de partidos políticos rivales que se enfrentarán en las elecciones y no van a ponerse de acuerdo en nada. Además, las bandas ya han dicho que les tendrán en contra".

Y mientras tanto, los delincuentes controlan los accesos a la capital, bloquean el puerto y mantienen cerrados los aeropuertos, tras haber sacado a casi 4.000 presos de las cárceles. De Jimmy Cherisiér, alias Barbacue, el líder pandillero más visible de todos, la misionera dice que es "bravucón". Hace años bloqueó el puerto y dejó al país sin carburante. "Imagina, en un país en el que todo funciona con grupos electrógenos. Dos meses estuvimos sin hospitales, transporte o agua potable". 

La misionera suspira cuando se le pregunta cuál cree que es la solución posible para el caos haitiano y qué papel debe tener la comunidad internacional para atajar el fin de los ataques, de los que ya no se libran ni los barrios residenciales. No encuentra una respuesta, pero vive esta espiral de violencia como una crisis más en un país que acumula "una desgracia sobre otra". No pierde la esperanza de que el peligro cese pronto. Antes, espera recuperarse de la gripe que este miércoles la ha dejado en casa y poder volver al colegio a enseñar a leer en español.

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