De repente, Pere Aragonès apeló a la lógica y sin presupuestos en las alforjas, decidió convocar elecciones. Un poco de sentido común y un mucho de estrategia: votando en mayo quizás no llegue Puigdemont a candidato y el president se ahorra meses de críticas por las restricciones de la sequía, que irán a más cuando el termómetro suba. La llamada electoral nos deja también una pregunta suspicaz: ¿quién querrá Pedro Sánchez que gane? Se impone el sentido común ante semejante absurdez: pues el PSC de Illa. Pero... ¿y si la posible victoria de su candidato molesta al independentismo hasta el punto retirar a Sánchez su apoyo nacional? ¿Sería la derrota regional de Illa un daño colateral asumible para que Sánchez se mantenga en la Moncloa? Cualquier cosa ya es creíble en este momento.