Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

No seas centollo

El exasesor de José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional el 22 de febrero.
El exasesor de José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional el 22 de febrero.
EP
El exasesor de José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional el 22 de febrero.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Así reza el lema de un tríptico de propaganda que incita al consumo distribuido sobre las mesas altas de la marisquería La Chalana, donde Koldo –el aizcolari prodigioso que supo ganarse la confianza del ministro de Fomento y Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos– tuvo en algún momento su cuartel general. En sus reservados de la planta sótano se encargaban, se recibían y se adjudicaban las mascarillas de primera necesidad, siempre pagadas con anticipación a los suministradores. Sucedía cuando la covid-19 nos acechaba por todas partes, se había decretado nuestra reclusión domiciliaria, estaban las UVI de los hospitales saturadas y morían sin compañía alguna nuestros mayores depositados en las residencias. Eran momentos de extrema gravedad, de carencias elementales, de escasez peligrosa, donde los más avispados supieron atisbar magníficas oportunidades de negocio.

Rodrigo Tena en su libro Huida de la responsabilidad (Editorial Deusto. Barcelona, 2024) traza un certero análisis de sus causas y de sus efectos en la economía, la política, el derecho y el Estado. A partir de ahí, avanza "qué ocurre cuando delegamos en el sistema tanto las responsabilidades colectivas como las individuales". Más adelante, a propósito de la ejemplaridad escribe que, cuando ostentamos un cargo público y observamos cómo algunos de nuestros compañeros reciben sobornos, prevarican o roban con general impunidad, sufrimos el consiguiente sentimiento de considerarnos imbéciles por no hacer lo mismo. Y que "solo si la vergüenza y el sentimiento de indignidad por cometer tales actos es lo bastante fuerte venceremos semejante afecto". 

Entiende nuestro autor que solo un arquetipo moral tiene la virtualidad de combinar, en cada caso, intransigencias (o convicciones) y optimizaciones (o responsabilidad) y que es esa ponderación la que permite tener en cuenta los principios sin olvidar las consecuencias y tener en cuenta las consecuencias sin olvidar los principios. Una mezcla que no proporciona doctrina alguna y que solo puede proporcionar un tipo humano con la flexibilidad necesaria para combinar distintos principios sin preocuparse de la contradicción lógica que pueda existir entre ellos.

Para Rodrigo Tena ni la avaricia ni el miedo ni el placer –elementos básicos de nuestro sistema mental intuitivo– han sido creados para ayudarnos a encontrar la verdad y, en consecuencia, a actuar con responsabilidad. Además, sucede que en la mayoría de las ocasiones la gente ve la verdad como una amenaza y considera que cambiar de opinión la aleja del grupo con el que está identificada porque para su sistema emocional una opinión no es tanto una apuesta por la verdad como un signo de pertenencia a la tribu. 

Señalemos también con Tena que la verdad sin el coraje no es ejemplaridad, pero que el coraje sin la verdad tampoco es responsabilidad. De ahí que nuestro autor concluya resaltando la necesidad de poner en valor la humilde verdad de los hechos en cualquier esfera de la realidad social, ya sea exigiendo transparencia al poder, informando de manera rigurosa y, por supuesto, actuando en los tribunales para combatir los abusos y las ocultaciones por razón de interés general y, en definitiva, activando en beneficio de la verdad todos los recursos, por muy frágiles que sean puestos por el sistema a disposición de los ciudadanos.

Entre tanto, la vuelta al ruedo parlamentario de la proposición de ley de amnistía nos lleva a la relectura del comienzo del capítulo XXIII del ingenioso hidalgo, a quien los galeotes que acababa de liberar le agradecieron el beneficio apedreándole. De modo que "Viéndose tan malparado don Quijote, dijo a Sancho: –Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar". Sorprenderse de lo de todo punto previsible es signo de imbecilidad. Continuará.

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