La nieve llega cada vez más tarde y en menor cantidad: estos son los efectos perniciosos que supone perder su 'efecto tampón'

Un pico de montaña con nieve en los Picos de Europa en el norte de España
Imagen de archivo de las Torres de Cebolleda y la Torre de Santa María, con nieve, en los Picos de Europa, Asturias. 
MarioGuti (iStock)
Un pico de montaña con nieve en los Picos de Europa en el norte de España

Los inviernos son cada vez más cortos y cálidos. El cambio climático es tan evidente que ya son una minoría quienes lo niegan. Una forma, de tantas, de constatarlo es la progresiva disminución de la cantidad de nieve que cada invierno cubre las montañas. Este año, además, se ha hecho de rogar en España. Las últimas nevadas, aunque copiosas, no cambian la tendencia detectada por el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC), que habla de un descenso "significativo" del manto nival en los últimos años. 

"En el Pirineo Central y a 1.800 metros de altura, el espesor medio de la nieve podría disminuir a la mitad en el año 2050 según la referencia actual, mientras que el período de permanencia de la nieve en el suelo podría reducirse en más de un mes", reza uno de los últimos informes del OPCC. El espesor medio del manto nival de Pirineos muestra una tendencia "claramente a la baja, alrededor de 4 milímetros menos por década", según los datos recogidos entre 1981 y 2009.

No es la única referencia. El informe Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España realizado por el Ministerio para la Transición Ecológica en 2021 recoge en sus conclusiones que "el turismo relacionado con los deportes de invierno es el que se está viendo ya más afectado, especialmente en el caso de las estaciones de esquí a cotas más bajas por la falta de nieve, situación que es previsible que se agrave incluso con escenarios climáticos más moderados". Pero, además de la deriva económica, ¿qué otras consecuencias tiene la disminución del manto nival?

Juan Terrádez, técnico del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático, recuerda a 20minutos que el aumento de la temperatura media sube la altitud a la que el agua precipita en forma de nieve. "La falta de precipitaciones en forma de nieve tiene un impacto directo tanto en las estaciones de esquí como en la práctica de deportes como esquí alpino". A ello se suma que se deja de acumular una reserva hídrica para los periodos de estiaje y escasez hídrica, tanto en las montañas como en los valles, que se utiliza para regar cultivos o para generar energía hidroeléctrica.

Terrádez explica que, además, los cambios bruscos de tiempo como los experimentados estos días, de una semana para otra, tampoco ayudan a mantener las reservas de nieve para la primavera y el verano, pues "en cuestión de días" el agua sigue su curso hacia las desembocaduras en lugar de acumularse como reserva hídrica.

El OPCC recoge también que "la menor cobertura de nieve provocada por el cambio climático reduce su efecto aislante durante el invierno, provocando que la flora de las cumbres sea más vulnerable a las temperaturas extremas". Otra consecuencia es que muchos ríos de alta montaña "tienen problemas porque se reduce tanto su caudal que no se puede asegurar el caudal mínimo vital, que permite que la temperatura del agua se mantenga constante", continúa el ambientólogo. Esto puede afectar a especies que habitan en los ríos, algunas endémicas, pues el aumento de la temperatura disminuye el contenido de oxígeno en el agua.

En este sentido, el técnico del OPCC añade que lo que nieva ahora se deshiela en cuatro días, ya no es tan paulatino, y por ello se pierde el 'efecto tampón' que hacía el hielo para contrarrestar las épocas de estiaje. Y esto "no es solo de ahora: desde 1950 hasta el día de hoy, el 50% de las estaciones de aforo de la cuenca del Ebro ha registrado disminuciones del caudal anual y esto es la consecuencia que se está acelerando más de lo que preveían los modelos". 

En este sentido, cabe mencionar también que el descenso de las precipitaciones en copos de nieve "está provocando un aumento de los caudales durante el invierno. En cambio, la mayor frecuencia e intensidad de las sequías está provocando la disminución de los caudales de los ríos en verano y otoño", reza el informe del OPCC, que estima que la acumulación de nieve por debajo de los 1.500 metros "podría llegar a reducirse en un 78% en el último cuarto del siglo XXI".

Asimismo, "en una atmósfera más caliente cabe más agua, es decir, la demanda hídrica de la atmósfera es mayor y eso, a su vez, hace que se seque más el suelo porque la atmósfera pide agua y la consigue por evapotranspiración". Esto se vincula al estado de salud de los bosques, que soportan estrés hídrico hasta que se supera la capacidad de carga de la masa forestal y esta empieza "a morirse en rodales", añade Terrádez.

Por su parte, el doctor en Geografía e investigador de fenómenos climáticos extremos en zonas de montaña Marc Lemus-Canovas, agrega a este periódico otro efecto de la reducción del manto nival: la disminución del albedo, que es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella. La nieve, al ser blanca, refleja la mayor parte de la energía que recibe, pero la oscura la absorbe y ello incrementa la temperatura de la tierra y el aire. "Es una retroalimentación al calentamiento global, por eso, las zonas de montaña son aún más vulnerables y se espera que se calienten más por las temporadas más cortas de nieve", explica. 

Además, al reducirse la cobertura de nieve, se favorecen las tormentas de tarde. "Si en primavera hay menos nieve, es más fácil que se produzcan tormentas con mayor extensión porque la nieve actúa como inhibidor de la convección, que es un proceso por el cual se forman las tormentas. En primavera, cuando aún hay nieve, las tormentas son sobre todo en la zona sur, que es la más despoblada de nieve y, a medida que van avanzando la primavera y llega el verano, las tormentas se extienden a las zonas más frías", expone el especialista, al tiempo que apunta que la nieve actúa como protector de las raíces para que no alcancen temperaturas muy bajas. 

Antonio Castillo, hidrogeólogo del CSIC y de la Universidad de Granada, coincide con sus colegas investigadores al señalar que la nieve siempre ha sido "un regulador del agua muy bueno", pues nevaba en invierno, pero no se fundía hasta la primavera. "Iba calando poco a poco en el terreno y mucha agua la ganábamos a través de las aguas subterráneas que terminaban saliendo por fuentes, ríos, manantiales... etc. Si nieva menos perdemos la regulación nival, el embalse sin paredes que supone tener agua en forma de nieve acumulada en altura, lo cual es muy bueno porque tenemos mucha cantidad de agua sin ninguna obra hidráulica y muy alta, lo cual da mucha potencialidad de energía. Al no tener nieve, los ríos entran en agotamiento antes, podemos entrar en mayo con un río ya escuálido, sin agua que se esté fundiendo y le esté alimentando, está muy mermado aunque haya llovido. Y cuando llega agosto o septiembre, que es cuando nosotros más necesitamos el agua, estamos ya en niveles muy complicados", advierte.

Advertencias sobre construir más embalses

El hecho de que mengüe ese "embalse sin paredes" que representa el manto nival de las cimas de las montañas puede llevar a necesidad construir más embalses para almacenar el agua líquida. Para Terrádez esto sería "una estrategia de adaptación", pero avisa de que estas construcciones tienen consecuencias "tremendas", por ejemplo, en las interconexiones de los ríos y de los sedimentos. 

Castillo rechaza directamente la idea argumentando que "ahora mismo no nos hacen falta más embalses, sino gastar menos agua y que llueva más". Cuestiona que merezca la pena para hechos excepcionales por el impacto que generan estas obras. "Para una vez cada equis años que viene un año muy lluvioso, que un pantano desborde no es nada malo, esa agua va a dar sedimento a la parte del río de abajo del embalse, que le viene bien, incluso que se inunden las vegas del río no viene mal porque lleva sedimentos. Y, si el agua llegara al mar, también es muy beneficioso porque nutre la playa y lleva sedimentos a las pesquerías", expone. 

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