Rebeca Marín Periodista y escritora
OPINIÓN

Mamá, quiero ser bufón

Las redes sociales tienen una gran implantación y es habitual que muchos usuarios graben cada cosa que hacen. Ya sea fotografiarse en el gimnasio, en un viaje o en el gimnasio, siempre hay gente con el móvil dispuesto a capturar cualquier cosa.
Una joven ojea su teléfono móvil.
Pixabay/Surprising_Shots
Las redes sociales tienen una gran implantación y es habitual que muchos usuarios graben cada cosa que hacen. Ya sea fotografiarse en el gimnasio, en un viaje o en el gimnasio, siempre hay gente con el móvil dispuesto a capturar cualquier cosa.

Hace unos años, que tu hijo te dijese que quería ser futbolista creaba cierta desazón, por aquello del dinero fácil y el relumbrón del coche caro. A esto le siguió el deseo de ser youtuber o influencer y hoy, nuestra aterradora sociedad ha dado un paso más hacia la ignominia. Existe un trabajo en TikTok: los NPC (non-playable characters, personajes que no juegan). Consiste en repetir de manera infinita una palabra tan absurda como mazorca o una acción como dar una palmada, imitando a personajes secundarios y ridículos de los videojuegos, mientras los youtubers y gamers forrados te van dando limosna por entretenerles humillándote.

En una hora se pueden ganar miles de euros, y sumas así justificarían vender tu dignidad a los que pueden pagarla. Una suerte de bufón de corte, que en el pasado trabajaban para los reyes y hoy son los reyes de YouTube los que ejercen ese poder, el que da el dinero. La misma jerarquía, el mismo abuso, versión 2.0.

El informe PISA 2022 ha desvelado que los estudiantes españoles están por debajo de la media europea en Matemáticas y comprensión lectora y tres de cada 10 jóvenes no encuentran trabajo. Un caldo de cultivo perfecto para fabricar tiktokers cortesanos. Cuando era pequeña preguntaban qué querías ser de mayor, ahora cuánto quieres ganar de mayor.

La manera de lograrlo no importa mientras no haya que esforzarse mucho. Los oficios han mutado, los jueces están en las redes sociales, los monarcas son los gamers y los bufones siguen siendo los mismos, los pobres. No va de ser o no ser, sino de tener. Si Hamlet levantase la cabeza, volvería a elevar la calavera por su amigo el bufón Yorick. Pero, claro, para saber esto deberían haber leído a Shakespeare.

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