Un dicho popular sin mucho fundamento dice que los gitanos no quieren para sus hijos buenos principios. Más allá de la superstición, el único sentido que puede tener tal presagio es que cuando algo empieza muy mal cualquier pequeña mejoría se agradece. Cabría esperarlo del año en curso a la vista del penoso arranque que ha tenido. En el plano internacional, y pendientes como estamos de dos escenarios bélicos que desestabilizan a todo el planeta, el arranque no ha podido ser más inquietante. 

Rusia saludó el nuevo año con una lluvia de misiles sobre objetivos civiles en Ucrania, y en Gaza el Ejército israelí ha felicitado el 2024 con intensos bombardeos que regaron con más sangre y escombros aquella martirizada franja. Ni el dron que acabó con la vida del número dos de Hamás en el Líbano ni los atentados en Irán que dejaron decenas de muertos, reivindicado por el Estado Islámico, permiten alimentar buenos presagios. La impresión que transmiten es que hay demasiados actores interesados en extender y prolongar las guerras. Que las fábricas de bombas y misiles no den abasto y la inversión en armas para este año se haya multiplicado exponencialmente no resulta muy esperanzador.

Nada de lo que acontece en esos escenarios bélicos nos es ajeno en España: las noticias que llegaban de Oriente Medio esta semana dispararon el precio del petróleo y la factura energética nos toca el bolsillo a todos. Ninguna imagen ha tenido, sin embargo, tanto protagonismo y trascendencia pública como la que compusieron quienes se dieron cita la noche del 31 de diciembre en Ferraz. No seré yo quien abogue por poner límites a la libertad de expresión y tampoco le veo demasiado recorrido judicial a la denuncia que anuncia el PSOE. Se ha injuriado a otros políticos y se han quemado fotos del rey sin que nada pase y hasta la Justicia europea nos ha afeado que lo consideremos un delito. 

Sí resulta paradójico que uno de los pocos casos en que alguien fue condenado por delito de odio fue aquel que colgó de un árbol un muñeco de Abascal. Ahora, al líder de Vox, principal instigador del acoso a Ferraz, le parece estupendo que cuelguen y golpeen un muñeco de Sánchez y acusa a los socialistas de victimismo. En cualquier caso, si yo tuviera un familiar o amigo entre quienes dedicaron la Nochevieja a ese aquelarre de violencia e inquina, le recomendaría que recibiera asistencia psicológica. Hay que estar muy mal para celebrar la llegada del nuevo año de esa forma tan cutre y tan patética.

Aunque le sobren sus ya clásicos 'peros', el PP ha rechazado lo acontecido frente a la sede del PSOE y arrancó el año con una enmienda a la totalidad a la Ley de Amnistía. Un texto con el que parece pretender no dejar el menor margen de dureza a la que presente la ultraderecha al proponer nada menos que la disolución de los partidos que promuevan referéndums. Tuvo la fatalidad de que su anuncio coincidió en el tiempo con la salida a la luz de los contactos que mantuvieron con Junts a petición del PP y de cara a una hipotética investidura de Feijóo. Que hubo contactos se sabía, el problema es que resulta un tanto contradictorio el proponer la disolución de un partido con el que se ha intentado algún tipo de negociación. El portavoz popular en el Congreso, Miguel Tellado, negó primero los contactos y a las pocas horas se vio forzado a reconocer que sí los hubo.

Es obvio que la política no esperó ni a que pasen los Reyes para seguir con una deriva polarizante cada vez más rechazada por la ciudadanía. Dentro y fuera de España ojalá se cumpla este 2024 el presagio gitano. Que vaya a mejor lo que ha empezado fatal.