Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Escuela de mediadores e interventores

El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez (d), durante la intervención del eurodiputado y expresident fugado de la Justicia Carles Puigdemont.
El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez (d), durante la intervención del eurodiputado y expresident fugado de la Justicia Carles Puigdemont.
EFE/RONALD WITTEK
El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez (d), durante la intervención del eurodiputado y expresident fugado de la Justicia Carles Puigdemont.

Ya sabemos que los tiempos van creando necesidades y para satisfacerlas se impone la puesta en marcha de nuevos oficios y su necesaria formación académica o, cuando menos, profesional. Es lo que ocurre con las negociaciones más importantes, las que afectan a la integridad y seguridad del Estado, por citar un ejemplo de actualidad, o simplemente la reorganización de los sistemas organizativos de la Justicia.

Es muy triste que en un país como el nuestro, con cuarenta y ocho millones de habitantes, haya que recurrir a interventores y mediadores extranjeros para resolver problemas y encarrilar asuntos que no somos capaces de afrontar por nosotros mismos. Urge que las universidades, que tanto abundan, y escuelas especiales pongan en marcha licenciaturas en estas materias con gran futuro durante la era Sánchez. Hacen falta profesionales propios y de confianza a los que se pueda recurrir.

No es admisible que nuestros sufridos políticos, acogidos al don material del poder conseguido en negociaciones mercantiles, tengan que estar viajando por el extranjero, con lo cansado que es eso, pagando con divisas hoteles y salones para poder discutir los asuntos en secreto y siempre bajo la batuta de un mediador foráneo. Bastante paro tenemos ya en España como para acrecentarlo con la competencia foránea a la hora de conseguir un empleo bien remunerado.

Aunque es tarde, todavía hay tiempo para corregir esta carencia. Urge implantar un plan de estudios para los aspirantes, previamente seleccionados a doctorados en mediación y verificación. La delicada función recomienda que los alumnos tengan capacidad total para guardar secretos e impedir la transparencia de sus trabajos. Será fundamental comprobar que no mantienen relación alguna con servicios de inteligencia o incluso medios de comunicación.

También será imprescindible descubrir previamente sus facultades dialécticas, intenciones de voto, género, conocimiento de idiomas variados, religión, y hasta matices del color de la piel. Serán detalles que determinarán en el futuro su facilidad para conseguir empleo y triunfar en el encargo, claro.

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