Contracrónica

Un perro que ladra, un Pedro con dos caras y un Parlamento Europeo con pinta de Congreso

Los ladridos de un perro se han podido escuchar este miércoles en el Parlamento Europeo, en pleno debate del balance de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, protagonizado por Pedro Sánchez.
Los ladridos de un perro se han podido escuchar este miércoles en el Parlamento Europeo, en pleno debate del balance de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, protagonizado por Pedro Sánchez.
Los ladridos de un perro se han podido escuchar este miércoles en el Parlamento Europeo, en pleno debate del balance de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, protagonizado por Pedro Sánchez.
Los ladridos de un perro se han podido escuchar este miércoles en el Parlamento Europeo.
PARLAMENTO EUROPEO

El edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo es una especie de laberinto, una estructura que resulta difícil de memorizar aunque se pasee sobre ella varias veces al año. Uno se acaba acostumbrando; igual que empieza a ser costumbre ya que la Eurocámara sirva como cuadrilátero para que España practique combates que luego se van a multiplicar al cubo en el Congreso de los Diputados. Si no fuera por el tono azul, las banderas, Roberta Metsola al frente y 750 asientos, bien podría haber parecido que Pedro Sánchez no estaba en Francia, sino en la Carrera de San Jerónimo.

Él no quiso, quizá para librarse de una bronca que aún así le acabó llegando, pero cantaron bingo rápido cuando salió la ley de amnistía a colación en un debate fijado para hacer balance de la presidencia española del Consejo de la UE. "Ha sido exitosa", dijo el presidente del Gobierno que, conscientemente o no, tuvo dos caras durante las casi dos horas que se alargó la conversación con los eurodiputados. La primera, de chico formal, más de presidente que de candidato; más de gobernante que de político, con un discurso optimista sobre el futuro de la UE y exigente sobre la respuesta que esta tiene que dar ante la invasión rusa de Ucrania y la situación en Gaza. 

No quiere Sánchez que la Unión mire para otro lado porque asume que estamos ante un cambio de era, ese giro que no se dio en España tras el 23-J. El PSOE sigue en Moncloa, pero el contrato que ha firmado para ello es mucho más costoso que el anterior, y así se lo quisieron recordar los partidos de la oposición, con un tono duro, casi amenazante en algunos casos, como cuando Jorge Buxadé (Vox) le acusó de ser "narcisista" y de no tener "escrúpulos".

El jefe del Ejecutivo asume el reto igual que acepta los memes de Perro Sanxe. Y esa sorna también inundó unos minutos el Parlamento Europeo con un ladrido que provocó risas y sorpresa. Un can, asistente de una persona con discapacidad, que apareció por la tribuna de invitados no se sabe si para aplaudir el discurso de Ursula von der Leyen, que acababa de terminar, o para avisar de lo que estaba por venir. Porque el animal acabó siendo sin quererlo un punto de inflexión para que todo se volviera más bronco.

Manfred Weber, el líder del PPE en la Eurocámara, fue el telonero de Dolors Montserrat, que habló poco más de dos minutos pero no se dejó nada en el tintero y atizó a Sánchez sin filtros y casi sin pausas. Del perro guía se pasó a un PP que puso el dedo acusador sobre el Gobierno: "España no se rinde porque de España no se ríe nadie", le dijo la ministra a un Sánchez que miraba pausado a unos escasos metros. Para Montserrat, el presidente del Gobierno ha "vendido la dignidad de España por siete votos". Y así jugaron la partida tanto Buxadé como Adrián Vázquez (Cs). Con los tres -y con Weber- Sánchez mutó hacia su perfil de candidato, de 'salvador' de la patria. La amenaza para el Estado de Derecho es, dice, la ultraderecha y no los pactos con los independentistas.

Carles Puigdemont interviene en el Parlamento Europeo. (EP)

Pero es que en esta historia había otro personaje principal: Carles Puigdemont. El mismo que viste, calza y hace esperar a la prensa con expectación para no decir ni media palabra antes de entrar al Hemiciclo. Algunos montan guardia y el padre de procés queda contento con su minuto de gloria. Y eso fue literalmente lo que tuvo ante el pleno, un minuto para decirle a Sánchez que cumpla, porque si no cumple quizá su Gobierno se caiga. No necesita Puigdemont ser explícito con el socialista, porque hay cosas que se dicen con silencios o con miradas. A eso fue a lo máximo a lo que llegaron ambos; sin 'rencores', y sin saludo. En realidad, casi todo quedó dicho ya en el acuerdo firmado en un hotel de Bruselas, y si no, siempre se puede acudir a un mediador para resolver las tiranteces.

A Pedro Sánchez los partidos de la oposición quisieron retarle a hablar de la amnistía, y él aceptó el órdago repitiendo que, como los indultos, es la manera de "recuperar el diálogo y la concordia" en Cataluña después de los años "de fracaso del PP". Tuvo también otro aviso precisamente para Puigdemont: lo que sea, pero "dentro de la Constitución". En general, Sánchez no fue uno por uno con todos los que le interpelaron, pero el que parecía ir a por lana y acabó saliendo trasquilado fue Manfred Weber.

El alemán escuchó cómo el presidente del Gobierno le afeaba su 'colegueo' con la derecha radical, incluso con menciones al Tercer Reich que caldearon, todavía más el ambiente; gesticuló Weber, medio sonrió Sánchez y para entonces Ursula von der Leyen, enemiga política del primero y socia sorpresa del segundo en tantos temas ya no estaba presente en el debate. Qué hubiera pensado. Salió Weber a responderle al presidente que al menos en Alemania los moderados se ponen de acuerdo. Sánchez, para él, es "todo lo contrario". Pero es probable que esa parte el español ya no la escuchara... porque había puesto rumbo a la salida.

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