OPINIÓN

Sánchez se abona al vértigo

  • El resiliente Sánchez se prepara para otra investidura como presidente del Gobierno pero, una vez más… y cada vez más, con unas circunstancias al límite en las que todo puede ocurrir todavía.
Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en una foto de archivo.
Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en una foto de archivo.
Europa Press
Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en una foto de archivo.

Siempre al borde del precipicio. Los hitos en la trayectoria política de Pedro Sánchez han discurrido en innumerables ocasiones por el filo de una navaja. Y este otoño de 2023, tras unas elecciones en las que todo apuntaba a una inexorable derrota y a su salida de La Moncloa, reclama de nuevo ser subrayado en la biografía del sanchismo. El resiliente Sánchez se prepara para otra investidura como presidente del Gobierno pero, una vez más… y cada vez más, con unas circunstancias al límite en las que todo puede ocurrir todavía.

Los negociadores del más difícil pacto político de los que se han vivido desde la Transición se esfuerzan desde hace días en señalar que el acuerdo entre el PSOE y Junts está “prácticamente hecho”, que sólo unos flecos “técnicos” lo separan el anuncio oficial, pero la fumata blanca se está demorando más de lo esperado. Y con el retraso, el enrarecido clima político del país escala un peligroso grado más cada hora que pasa.

Pedro Sánchez está jugando fuerte, como acostumbra, sin miedo al vértigo. Ya lo hizo durante la campaña electoral en la que, pese el severo castigo sufrido por el PSOE apenas un par de meses antes en las municipales y autonómicas, volvió a tirar de épica y logró lo inesperado: mejorar resultados y frenar los números con los que Feijóo soñaba convertirse en presidente.

Difícil, arriesgado, incierto, peligroso… pero posible. El todavía presidente en funciones ha ido tejiendo uno a uno los pactos con los que pretende mantenerse al frente del país. En esta ocasión, además, no solo no le puede fallar ni uno, sino que el precio exigido es más alto que nunca. Pese a todo, Sánchez no da síntomas de titubeo ni desesperanza. Y en esa certeza están los suyos, que aunque no se sientan cómodos con la Ley de

Amnistía que se anuncia, han refrendado los pasos de su líder confiados en este PSOE que vuelve a gobernar y a transformar España subiendo el Salario Mínimo o creando nuevos impuestos a los ricos, por mucho que Felipe o Guerra abjuren de él,

La derecha no da crédito a lo que está pasando. Por eso ha tocado a rebato en todos los frentes: el político, el institucional, el judicial, el mediático… Y se ha lanzado a la calle. Nada nuevo en su forma de actuar cuando las urnas no le dejan gobernar, pero ahora la competición entre el PP y Vox sobre quién logra desestabilizar más el sistema añade un peligroso ingrediente a la habitual disputa política.

La posible investidura de Sánchez, a la que se presentará con la criticada Ley de Amnistía bajo el brazo, será aprobada en el Congreso de los Diputados si los pactos culminan no solo por el PSOE, Sumar y los independentistas catalanes, sino también por el PNV, el BNG, EH Bildu y hasta por Coalición Canaria, que tiene su puerta aún entreabierta.

Feijóo parece no haber entendido aún el resultado del 23-J. Si todos esos variopintos escaños votan la investidura de Sánchez, por muchos ultras que griten ante las sedes del PSOE España tendrá de nuevo un gobierno de coalición progresista. Presidido, eso sí, por un funambulista que necesitará demostrar todos y cada uno de los días que no tiene miedo al vacío.

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