Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Ser de izquierdas es lo que diga Sánchez

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se aplauden a sí mismos
Europa Press
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz

Ser de izquierdas en España es lo que diga Sánchez. Ser progresista también. Algo puede ser conservador hoy, pero amanecer progresista al día siguiente. No digamos alguien. Hay unos cuantos que ahora son muy progresistas y antes no lo eran en absoluto. Hay que ser pacientes, esperar a lo que te digan. Después, un grupo de lacayos bien adoctrinados hacen el trabajo sucio en micrófonos, editoriales, columnas, guiones de las series, redes sociales, monólogos de la tele y donde haga falta.

Ser de izquierdas en España es llamar cambio de opinión a la mentira, al incumplimiento y a no tener palabra. Ser de izquierdas, visto lo visto, es que te parezca todo bien, que te traten como a un niño y que te hablen con la cursilería propia de una guardería en el día de la obra de teatro de fin de curso. La izquierda líquida ya no pide coherencia, ni tiene ideas, ni ideología. Solo necesita militancia.

Ser de izquierdas en España, por lo visto, es que no te importe que una sola persona detente cada vez más poder, que los ministros no den un palo al agua y que solo sirvan para llevarle el botijo al jefe.

Ser de izquierdas en España, por lo visto, es que no te importe que una sola persona detente cada vez más poder, que los ministros no den un palo al agua y que solo sirvan para llevarle el botijo al jefe, que no haya dudas, ni disidencia y que no te importe que la democracia se resienta cada vez más. Ser de izquierdas es mirar hacia otro lado cuando se cambian las leyes para favorecer a políticos, cuando políticos indultan a políticos, cuando una ley mal hecha pone en la calle a lo peor de la sociedad y cuando se vende la separación de poderes para lograr la ansiada permanencia en el poder.

Ser de izquierdas es alinearse con Palestina sin que se note mucho, alegrarse de que en Argentina haya un cuarenta por ciento de pobreza y un ciento cuarenta de inflación y tratar de no mentar la bicha del comunismo, pero tenerle simpatía. Ser de izquierdas es que no te importe meter a los tuyos en el Tribunal Constitucional y ver cómo trabajan descaradamente para el jefe. Ser de izquierdas es lo que diga Sánchez y, sobre todo, ser de izquierdas es no ser de derechas, ni, por supuesto, de ultraderecha.

La justicia distributiva, el respeto a las minorías, el feminismo, el antirracismo, el pacifismo, la cultura, la antiglobalización, el laicismo y tantas otras ideas de la izquierda que van y vienen son comodines oportunistas que sirven para agitar el árbol cuando el poder peligra, pero aquí, lo único importante es ya el sentimiento, el equipo al que uno pertenece. No queda ni rastro de la identidad propia, la individualidad, el libre pensamiento y la autonomía personal. Aquí ya no piensa nadie. Está todo subcontratado en la clase política. Y la clase política piensa poco, improvisa, no rinde cuentas y se preocupa sobre todo de sí misma y de sus amos. 

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