Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

La superioridad cultural de la izquierda

La izquierda señala el camino de la cultura.
La izquierda señala el camino de la cultura.
Pexels
La izquierda señala el camino de la cultura.

La izquierda se lleva bien con la cultura porque no tiene certezas. Se entiende mejor el arte desde la duda, desde el cambio, desde el pretendido progreso hacia donde sea, desde una actualización descafeinada del marxismo en los dos sentidos de la palabra. La derecha tiene tres o cuatro ideas fijas que trata de cuidar y proteger. En general, con esos discursos tradicionales no se suele hacer un arte demasiado interesante y se crea algo repetitivo, afectado, burgués y muy aburrido.

La derecha tiene miedo, prejuicios, vergüenza de clase, tendencia a escandalizarse y ganas de prohibir. La izquierda, por contra, posee atrevimiento, una moral cambiante, cierta tendencia a la provocación y ganas de transgredir. Con la familia, la propiedad privada y la libertad no se suele hacer un arte demasiado atractivo. Con la trascendencia que ofrecen las religiones se han creado grandes obras durante la historia de la humanidad, pero parece que la derecha no se atreve ya a seguir este camino.

La izquierda está más cerca de lo subjetivo, de lo estético, de lo intuitivo y lo contradictorio y, por lo tanto, de lo artístico. A la derecha le interesa poco la cultura, solo, quizá, su brillo, su poder, la relevancia y el oropel. 

Después de la posmodernidad, la cultura puede ser cualquier cosa. La izquierda está más abierta a aceptar propuestas que se sitúan en la frontera del arte y la tomadura de pelo, mientras que la derecha quiere mantenerse en su fortaleza moral. La izquierda está más cerca de lo subjetivo, de lo estético, de lo intuitivo y lo contradictorio y, por lo tanto, de lo artístico. A la derecha le interesa poco la cultura, solo, quizá, su brillo, su poder, la relevancia y el oropel. Es cada vez más inculta, amanerada en la definición de Wilde e incapaz de defenderse. La contradicción artística de sangre, credo y vicio de Cervantes, Lope de Vega, El Greco o Morante de la Puebla no tiene ya perro que le ladre. Esta torpeza de la derecha volvió a comprobarse después de las elecciones autonómicas y municipales con meteduras de pata significativas en diversos ayuntamientos y gobiernos autonómicos, aunque, por suerte para alguno, el foco se movió rápido con la convocatoria de las elecciones generales.

Se ha hablado mucho de la superioridad moral de la izquierda -hay un libro de Sánchez Cuenca con este título y unos cuantos artículos de opinión a favor y en contra-, pero no se ha hablado tanto de la superioridad cultural. Hemos dicho ya que para bien o para mal, la definición de cultura en la que nos movemos está devaluada, sirve como relajante, como anestésico y como distracción que ayuda a tapar un poco el vacío enorme que arrastramos y la prohibición enfermiza y cada vez más eficaz que tenemos de buscar respuestas a preguntas grandes.

La subjetividad y la contradicción deberían ser un terreno perfecto para el encuentro de creadores y aficionados a las diferentes manifestaciones culturales en el que la política no debería entrar, pero, por lo visto, el ser humano del siglo XXI quiere subcontratar a la clase política hasta la decisión sobre el color del papel higiénico que debe usar. Por ahí, ya lo sabemos, se va al precipicio intelectual. Esta columna, que puede haber gustado a algunos y disgustado a otros, tiene una segunda lectura con otras consecuencias que habría que analizar otro día. ¿No creen? Ya les contaré.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento