Andrea Quintero, sobre su padre: "Para tener su amor por la vida hay que haberla odiado mucho también"

Jesús Quintero, en una imagen conservada por la familia.
Jesús Quintero, en una imagen conservada por la familia.
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Jesús Quintero, en una imagen conservada por la familia.

En un mundo desquiciado, el cuerdo suele parecer loco. Quizá esa fue la revelación que tuvo el periodista Jesús Quintero cuando dijo aquello de "parezco un loco en una colina". Fallecido en octubre de 2022, su recuerdo permanece vivo en el terreno fértil que eran sus silencios. 

Un ejemplo es que la editorial Temas de Hoy acaba de publicar Memoria del silencio. El mundo desde la colina (2023. 416 páginas, 20,80 euros) un libro en el que sus hijas, Andrea y Lola Quintero, han recopilado entrevistas, reflexiones y otros textos que conforman una semblanza del genial comunicador fallecido, protagonista de programas televisivos como El loco de la colina, El vagamundo o Ratones coloraos

A través de textos de sus charlas con personajes tan dispares como Jorge Luis Borges, Mila Ximénez, Antonio Gala, Mario Vargas Llosa, La Pasionaria, Rocío Jurado, Iñaki Gabilondo, Eduardo Galeano, José Saramago, Ana Obregón, Marujita Díaz o Paulo Coelho, entre otros, se recuerda su faceta de entrevistador de almas. 

Hablamos con Andrea Quintero sobre el libro, sobre su padre y sobre cómo era ser hija del Loco de la colina. 

¿Cómo surge la idea o la iniciativa de hacer un libro como este?Tras su fallecimiento, Lola y yo queríamos hacer una especie de homenaje y estuvimos viendo varias opciones. Fue entonces cuando surgió una propuesta de Planeta para hacer un libro. A nosotras no nos apetecía ponernos a hacer una biografía, pero sí una especie de retrato de mi padre en sus palabras, que creíamos que era la manera más justa de hacerlo. Lo hicimos a través de una selección de sus entrevistas y sus reflexiones en torno a los principales temas en los que le gustaba bucear con sus entrevistados y también que definían de algún modo su personalidad. Temas no sólo como la importancia de la palabra, que por supuesto en un comunicador es imprescindible, también la rebeldía, el sentido de la justicia, el luchar por uno mismo... Todo eso eran rasgos de la personalidad de mi padre. Cualquiera que lea este libro puede aproximarse un poco a cómo él era.

Era un gran entrevistador, de hecho, destacó en ese género. ¿Qué consejo cree que le habría dado para una entrevista como esta?Estar cómoda, actuar con naturalidad y ser verdad. Decir la verdad y ser verdad.

¿Cómo se documentaba él para las entrevistas que hacía?Mi padre se pasaba el día trabajando desde desde por la mañana hasta por la noche, hubiese grabación o no la hubiese. Además, tenía un muy buen equipo. Uno de sus grandes talentos fue saber rodearse siempre muy bien de un equipo de guionistas que fuese profesional, guionistas, gente de sonido... Siempre elegía a lo mejor de lo mejor. Ellos, por supuesto, le ayudaban con toda la fase de documentación para indagar en el personaje y luego él también por su cuenta se documentaba, leía muchísimas entrevistas y se interesó muchísimo por el psicoanálisis, porque de esa disciplina aprendió mucho para aplicarlo en la entrevista.

¿Cómo era ser hija de Jesús Quintero?Lo vivíamos con naturalidad. Es algo con lo que crecimos, pues cuando ambas nacimos mi padre ya tenía una fama más que consolidada y fuimos muy conscientes desde muy pequeñas de que, al margen de la fama, teníamos un padre muy, muy especial, con una personalidad única.

Lola y Andrea con Jesús Quintero.
Lola y Andrea con Jesús Quintero.
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¿En qué momento recuerda haberse dado cuenta de que su padre era famoso?No hubo un momento, porque es que a mí ya de bebé me decían “mira, papá en la tele”. Era algo muy normal. Quizá cuando le paraban por la calle, pero también era habitual. Pero ya te digo, su forma de ser, desde pequeña, era lo que más me impactaba. Más allá de porque le pararan por la calle, por como él vivía las cosas, por cómo hablaba, por cómo se expresaba, por cómo callaba.

Le apodaron El loco de la Colina... ¿el más cuerdo es el que parece loco en una sociedad como en la que vivimos?Sí, totalmente. Mi padre tenía una locura muy lúcida y la lucidez empezaba por saber reconocerse loco, que es algo que todos deberíamos hacer, porque yo creo que todos tenemos una parte de locura y que es muy sano saber aceptarla y reconocerla.

¿Cómo le cayó ese sobrenombre?Le dieron un programa en Radio Nacional que se llamaba Para mayores sin reparos. Él odiaba ese ese título. Y una noche en la parte de la reflexión, cuando empezaba ya a entrar un poquito en ese estado de excitación en el que expresaba todo lo que sentía, casi como un torrente, dijo “me siento como un loco en una colina”. La gente se quedó con ese nombre. Empezaron a llamarle así y al final hizo suyo ese nombre y le cambiaron el título al programa.

Su padre no sólo pedía al entrevistado que se abriera, él mismo correspondía, ¿lo ve así?Yo creo que absolutamente era así. Es muchísimo más sencillo que la persona que tienes delante se abra a ti si tú también haces lo mismo. La prioridad de mi padre era hacer sentir al entrevistado en un ambiente cómodo. Esa era su estrategia, hacer que se abriese abriéndose él y dándole la oportunidad de sentirse como en casa. El hecho de ser franco hacía que la persona que tuviese delante no tuviese más remedio, por honestidad, que expresarse en los mismos términos.

Hablaba antes del sentido de justicia. ¿Recuerda momentos en los que lo ejerciera?Cuando iba por la calle y veía gente en situación de vulnerabilidad... él siempre fue extremadamente generoso en esas circunstancias y a veces, de más.

¿De más?Era algo que me impresionaba mucho de la gente. Mi padre era muy despistado con el dinero, era una persona muy desprendida y había gente de su entorno que por supuesto se aprovechaba de esa circunstancia. A veces la familia, o mi hermana, o yo, le decíamos “Oye papá, ¿pero es que no te estás dando cuenta que esta persona…” y él decía “¿qué más da? Esta persona está cuando la llamas y nadie tiene por qué tener tanto”. Hasta hasta en eso, que le afectaba directamente a su bolsillo, tenía presente sus principios. Él creía firmemente en la igualdad entre entre cualquier persona y en el derecho de todos a ser felices y a tener los recursos mínimos. En su entorno intentaba hacer lo posible para que así fuera, lo que estuviese en su mano.

Para el libro sobre las cárceles, Cuerda de Presos, visitó muchas prisiones y entrevistó a muchos reos… ¿Es porque le gustaba acudir a esas realidades incómodas u olvidadas?Totalmente. Él siempre buscaba en los márgenes, no solamente en las prisiones, sino en todos los entornos sociales. Le encantaban los marginados, los bohemios, los libertarios y en las cárceles buscaba a los verdugos y encontraba que hasta esas voces tienen mucha verdad y se puede aprender de ellas. En las cárceles buscaba que toda la audiencia viese al inocente que hay incluso en los culpables. Ese programa fue de un mérito periodístico brutal. Ha sido un hito en la historia del periodismo. Fue muy difícil poder conseguirlo y él lo consiguió y lo ejecutó con maestría.

Se acercó a los presos, a los marginados… como Cristo en la Biblia de acercándose a los ladrones y a las prostitutas. ¿Jesús Quintero era religioso?Sí, la verdad. Era un poco profeta también. De hecho, hay una anécdota muy graciosa: En el pregón de San Juan del Puerto, cuando cuando le hicieron Hijo Predilecto, hizo un pregón y decía “mi padre se llamaba José, mi madre se llamaba María y a mí no tuvieron más remedio que llamarme Jesús”. Y entonces añadió “y ahora me quieren crucificar” (risas) porque en ese momento la prensa rosa iba detrás. Mi padre tenía un sentido muy amplio de la espiritualidad. Se sentía muy a gusto en los templos, buscaba de los templos el silencio y las imágenes también le daban paz. No era una persona practicante o beata, por decirlo de algún modo, pero sí se sentía cristiano y sí creía en Dios.

¿Les hablaba de sus experiencias, de sus entrevistas?De mayores nos contó varias experiencias. Recuerdo una vez que me habló de la depresión que que en la que estuvo después de Cuerda de presos, porque fue un programa que le afectó mucho, o después de lo de Rafi Escobedo [Jesús Quintero entrevistó al que fue el asesino de los marqueses de Urquijo, que se suicidó en la cárcel días después]. De esa experiencia sí que nos contó más, de cómo él lo vivió. La presión de aquella entrevista después de que lo encontrasen muerto... Muchas veces trasladaba un poquito lo que lo que había experimentado en la entrevista.

Dice en el libro de su padre que su superpoder era "la humanidad y la sensibilidad en las palabras" ¿Es igual de raro ese superpoder que volar, por ejemplo?Para mí sí lo es. Mi padre tenía mucha facilidad para contagiar su estado anímico, para para persuadir. Y mira que nunca esa era su intención, porque su intención era que cada uno se formase una opinión crítica. Pero expresaba con tantísima transparencia y con tanta claridad sus ideas que era muy fácil contagiarse de ellas. Creo que era un superpoder que le le ayudó, por supuesto, a conseguir entrevistas magníficas.

Fue el descubridor del Risitas y del Cuñao. ¿Cómo una persona tan culta como Jesús Quintero conectaba tanto con personas tan populares?Mi padre era consciente de que en la sencillez hay muchísima verdad también. Precisamente por ser tan letrado era capaz de reconocer esos principios a los que después les damos tantas vueltas con la filosofía y que a veces la gente sencilla aplica en su día a día con muchísima más facilidad que alguien que ha indagado mucho. Como por ejemplo el cliché de ser feliz con poco o aprender a reírse de uno mismo. Estos personajes le llamaban mucho la atención, porque además también expresaban esa frescura, ese duende de su Andalucía que tanto admiraba. Son personas que tienen muchísima facilidad de expresión, aunque no dispongan de tantísimas palabras o conceptos, la verdad que da gusto oírles. Eran personas que aparecían a su alrededor. Él las buscaba, pero no hacía falta, iban llegando.

Les apreciaba... Muchos eran amigos, incluso grandes amigos también. A lo mejor no en el caso del Risitas y el Cuñado, pero por ejemplo a Tarifa [Juan Luis Tarifa] mi padre lo tenía en muchísima estima, pero es que Tarifa era un sabio, era el Sabio de Tarifa.

Su padre reía también mucho con esos personajes…Mi padre es que era una persona a la que le encantaba reírse, así que eso sucedía en muchas ocasiones, disfrutaba mucho esos momentos. A veces se quedaba atónito. En la propia entrevista se le ve en la expresión de decir "es que esto que está saliendo no me lo creo ni yo".

¿Toleraba Jesús Quintero la impostura en un entrevistado?La detectaba y evitaba bastante ese tipo de personajes. Si alguna vez alguno acudía, que si se dio el caso, a alguna de las entrevistas, lograba desarmar un poquito esa impostura y quitar ese velo. Tenía muchísima intuición para seleccionar las personas y es que él miraba y decía ese tiene algo que decir, ese no.

El humor y lo trascendente no están necesariamente reñidos, ¿no?El humor es una herramienta más que tenemos para interpretar la realidad y para soportarla. Mi padre era consciente de eso, de que es una herramienta para acercarnos. El objetivo de sus entrevistas era hacer que las personas nos sintiéramos unidos entre nosotros mediante vernos representados en cualquier personaje, independientemente de su origen y profesión. Con el humor también llegaba a eso, a hacer que nos sintiésemos todos iguales de unidos.

¿Los programas de Jesús Quintero tendrían cabida hoy en día en la televisión?No sé si tendrían cabida, pero no me cabe duda de que serían más necesario que nunca que les diesen un espacio. Probablemente no vayan a hacerlo. Estamos acostumbrados a un ruido informativo tremendo, a ideas que llegan y se van de forma continua y no dejan huella en nosotros. Las entrevistas de mi padre eran todo lo contrario. Era centrarse en la profundidad de las cosas, ir a los contextos mucho más allá que a la superficialidad de un hecho. Necesitamos espacios en los que nos ayuden a interpretar toda esa información y a desarrollar una opinión crítica al respecto de lo que estamos viviendo para ser ciudadanos mucho más libres. Es imprescindible.

Parece que la tele está un poco de capa caída porque hay mucha competencia en las redes ¿su padre se habría hecho tiktoker?El formato TikTok es un poco complicado. Hemos reído mucho estos días hablando de eso, porque es que a mí me parecería maravilloso un TikTok de pronto, de 30 segundos de silencio en medio de todo el ruido, de un vídeo y otro y otro que es a veces desquiciante. En el formato TikTok sería un poquito más complicado por el tema de los tiempos, pero él sí que estuvo pensando en plataformas y desde luego hubiesen sido un entorno perfecto para mi padre.

Él tenía un estilo muy propio vistiendo ¿cómo vivían eso sus hijas? ¿Han heredado alguna prenda?Ambas tenemos pañuelos o camisas de mi padre a las que le tenemos muchísimo cariño porque nos recuerdan a él. Su estilo de pequeñas… es que a veces era demasiado extravagante, demasiado estrafalario. En el libro, Joana cuenta una anécdota de cuando me casé, y me hizo lo mismo en la primera comunión, que apareció con un traje maravilloso y de pronto con unas deportivas Nike que no pegaban nada. Pero es que tenía un estilazo y seguía siendo el mejor vestido hasta con sus deportivas en la boda. Era muy presumido le encantaba ir de tiendas. le encantaban las mejores telas y los mejores tejidos, y la ropa colorida. Era muy exquisito con todo y con la ropa también.

En el libro habla de que pasaba demasiado tiempo trabajando y menos con ustedes y que algún día le agradecería esas ausencias que le reprochaba, ¿ha pasado ya?Total y absolutamente. He llegado a agradecerlas. Mi padre me ha ayudado a superar su marcha a través del mucho legado que ha dejado, a través de leerle y escucharle. Yo no sé cuánta gente puede tener la fortuna de poder decir lo mismo, pero yo de verdad siento que ese es uno de los mayores regalos que me ha dado la vida. Por supuesto cuando eres pequeña y adolescente cuesta muchísimo de entender. Tú solamente quieres un padre que se implique en tu educación, que esté totalmente presente. Él se implicaba de otra manera. A lo mejor no me preguntaba qué tal me había ido el día en el colegio, ni mucho menos, pero era en cierto modo un maestro también. Pero no era alguien presente, como los padres de mis amigas, que eso es lo que yo quería. De mayor lo he ido entendiendo cada vez más y sí, me reconcilié completamente con eso.

Usted eligió en cierta manera seguir sus pasos...Fue por vocación, porque era algo que siempre me llamó la atención. Yo soy completamente de letras, ya fuera Periodismo, como podría haber sido Literatura o Filosofía o Humanidades, eso lo tenía clarísimo. Mi padre insistió mucho en Periodismo y a mí la comunicación me gustaba mucho. Seguí en entre comillas los pasos, aunque me he dedicado más a la comunicación desde la perspectiva de estrategia de comunicación y de asesoría. En el futuro no sé si me acercaré de algún modo más al periodismo, pero era algo que compartíamos, algo que me encantaba compartir con él a veces lo que aprendía en clase lo debatía con él y eso era una gran suerte y me ayudaba muchísimo.

Y les dejó su legado...Él fue insistente en eso, quería que el legado dependiese de nosotras y que supiésemos tratarlo y respetarlo como como merece. Y así es.

¿Su hermana le compara con Willy Wonka, ¿está de acuerdo con esa analogía?La verdad que un poco sí. El loco de la colina era bastante Willy Wonka, un portal a la felicidad y a la libertad.

Dicen en el libro que le gustaba explorar el alma humana, en esas exploraciones encontraría paraísos, pero también infiernos...Sí.. a las depresiones las llamaba ‘la noche negra del alma’. Eran una constante en su vida, pasaba de vez en cuando y estaba unos meses más en la oscuridad. Pero salía con muchísima sabiduría de esos momentos. Él creía mucho en el poder transformador del sufrimiento y hablaba de eso sin ningún tabú. Gracias a eso, cuando nosotras también hemos experimentado momentos de dificultad, era la persona a la que acudir y a la que escuchar. Son las dos caras de una misma moneda: esas alegrías, esas ganas de vivir

Para tener esas ganas de vivir y ese amor por la vida hay que haberla odiado mucho también. La vida se aprecia cuando uno la ha detestado tantísimo que cuando sales de eso eres capaz de agradecer la felicidad con mucha más intensidad. Él todo lo vivía con intensidad, lo bueno y lo malo. Creo que precisamente eran las depresiones lo que después le hacía ver la vida y la alegría tan luminosa.

¿Qué les contaba de su infancia, era un niño peculiar?Era un niño con un grandísimo mundo interior, un niño muy creativo, todo el día rodeado de libros. Le encantaba estar en la calle, hablar con la gente y también muy solitario, porque como le gustaba la lectura y tenía esa grandísima imaginación, pues pasaba mucho tiempo consigo mismo. 

¿Recuerdan anécdotas?En el libro se cuentan algunas de cuando era un niño... Él vivía en un pueblo muy cercano a Moguer, que es el pueblo de Juan Ramón Jiménez, que es uno de sus poetas preferidos. Cuando iba a su pueblo, al muelle de San Juan del Puerto, al otro lado se ve Moguer y solía irse allí a leer. Un día, volviendo, le preguntó a su madre “Oye, mamá, tú crees que podemos ser familia de Juan Ramón Jiménez” Y mi abuela le contestó “Tú si acaso, serás familia de Platero”. Su infancia era un poco así. Luego también contaba mucho cuando cogían el tren, mi padre le decía a su padre “¿Por qué le estás preguntando y hablas con todo el mundo?”. Y luego mi padre decía “al final yo acabé haciendo lo mismo”.

Era curiosidad…Eso que detestaba de su padre, que lo interpretaba como que se metía en la vida de todo el mundo, era simplemente que tenía esa inquietud y ese interés que mi padre también desarrolló.

El periodismo se le cruzó, ¿no es así?Él iba principalmente para actor. Él en aquella época y de muy joven quería ser actor, ese era su sueño. Y en un ensayo en el Lope de Vega, alguien que trabajaba en la radio escuchó su voz y le dijo “ostras, tú valdrías para, para la locución”. Mi padre se lo pensó. Y partir de ahí fue interesándose por el por el periodismo, hizo una prueba, la pasó en Radio Nacional, en Huelva, y después ya fue a Madrid. A partir de ahí toda esa creatividad que había tenido de niño la volcó en la comunicación. Eso y que fue autodidacta. Y yo no conozco a nadie que haya leído tantísimo sobre comunicación como mi padre.

¿Qué lección práctica aprendieron de él? ¿Quizá un refrán?A mí me gusta mucho uno que decía que era que "en tiempo de tormentas no se hacen mudanzas". Ese esa me parece una frase muy inteligente. Y él, que era una persona que traía tormentas, era algo que aplicaba mucho. Sabía cuándo era el momento de decidir y cuándo era mejor escucharse y ya está. Una lección, algo que he aprendido de él y que me acompaña todos los días, es el saber sentirme afortunada y el ser agradecida con la vida. Eso es lo que intento recordar todos los días.

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