Entrevista

Carlitos Páez 'vuelve' a Los Andes con la película de Bayona: "He necesitado ayuda psicológica, no sabía quién era yo"

Imagen de Carlitos Páez.
Imagen de Carlitos Páez.
Instagram @carlitospaezr
Imagen de Carlitos Páez.

La vida de Carlitos Páez cambió radicalmente el 13 de octubre de 1972, cuando el avión en el que viajaba con sus compañeros de equipo de rugby se estrelló en medio de Los Andes, a 4.200 metros de altura. Ahí arriba empezó una lucha contra la naturaleza más extrema, una agonía que se alargó 72 días y que acabó con 16 supervivientes de un total de 45 pasajeros. Entre ellos, Páez.

Cincuenta años después, su historia vuelve a estar de actualidad por La sociedad de la nieve, la película de Bayona basada en su experiencia y que representará a España en los premios Oscar 2024. 

El director le guardó un papel en la película: se mete en la piel de su padre, pieza clave en el rescate.Sí, mi padre en aquel momento fue el encargado de dar la lista de los supervivientes. En este caso me ha tocado a mí hacerlo, lo que ha sido un trabajo muy difícil, porque ser actor lo es. Sin embargo, con un director como Jota (Juan Antonio Bayona) las cosas se simplifican.

¿Fue un reto revivir aquello de nuevo?Ha sido complicado porque ha supuesto volver a meterme en la historia y, además, hacer de mi padre, por lo que necesité también de ayuda psicológica. Al final no sabía quién era yo: si era el padre, si era el hijo o qué sé yo. Ha sido una experiencia muy sanadora para mí.

¿Le gustó la película?Bayona hizo una película estupenda. He llorado lo que no está escrito. No podía ni felicitar a Juan Antonio de las lágrimas que se me caían. Pero bueno, creo que es una película que es un homenaje a la vida, un homenaje a la lucha, un homenaje a la amistad… Si sigue tan vigente esta historia por algo será.

Aquel 13 de octubre, ¿cuándo se dio cuenta de que algo iba mal?Cuando empezaron las turbulencias y los pozos de aire. Con la ignorancia de la juventud lo vivíamos medio en broma, pero de pronto sentimos el golpe más brutal que jamás te puedas imaginar. El avión chocó contra la montaña con la panza y el ala. Se partió al medio, pero tuvimos la suerte de quedar en la parte delantera del fuselaje que se desplazó como si fuera un trineo, con tal suerte de que no tocamos ninguna roca. Si no, se hubiera despedazado.  

¿Cuál fue su primer pensamiento?Una mezcla de consciencia con inconsciencia. Es más, tuve tiempo de ponerme a rezar y elegir la oración. Empecé por el Padre Nuestro, pero como era demasiado largo y no me iba a dar tiempo a terminar, opté por el Gloria, la más cortita que tenemos los cristianos. Era demasiado corta, por lo que pensé que no iba a quedar lo suficientemente bien con Dios. Al final recé un Ave María, que es la del medio, que además tenía el añadido de quedar bien con Dios y con la Virgen, que tiene más valor. Lo viví en micras de segundo, pero lo pude discernir en ese momento del impacto.

¿Cómo fue la espera hasta que se produjo el rescate?Gracias a Dios el ser humano tiene la capacidad de olvido, porque la verdad es que vivimos un infierno. La primera noche fue horrible porque estábamos muertos de frío, muertos de sed, muertos de miedo… Yo además estaba sin mi mamá, sin mi papá y sin mi niñera. Yo era un pijo de 18 años que vivía dependiendo de los demás y de repente me encontré rodeado de muertos. ​Después, a los diez días, pensamos que el mundo entero se había olvidado de nosotros, pues escuchamos por la radio que no nos iban a buscar más. Fue un garrotazo a nuestra arrogancia y también un puntapié inicial para darnos cuenta de que la historia dependía de nosotros. 

Una vez supieron que la búsqueda no seguía adelante, tuvieron que tomar la decisión de comerse a sus compañeros muertos para seguir con vida. ¿Cómo vivió aquello?En realidad no fue algo tan duro como la gente puede pensar, porque estuvimos cinco días sin comer absolutamente nada. Entonces tuvimos que cumplir con el más sagrado de los procesos, el de lucha por la vida y por la familia. Para comer, los estudiantes de Medicina asumieron el rol. Tenían 18 años y nunca habían visto un muerto en su vida, pero se ocuparon del asunto y así resolvimos uno de los temas más importantes, porque si no era imposible. De hecho, en las últimas 70 u 80 conferencias yo hago la misma pregunta: "¿Alguno de ustedes no lo hubiera hecho?". Nadie nunca me levantó la mano, pues al final tienes que cumplir con el derecho a volver a tu vida y el derecho a volver a tu casa, que es de lo que se trata.   

Tuvo que ser muy duro ver morir a sus amigos.Yo perdí a mis dos mejores amigos, que a esa edad, con 18 o 19 años, son como hermanos prácticamente. Pero el instinto de supervivencia es tan grande que en aquel momento no lo sentí. Yo no lloré en la cordillera, pero cuando llegué a la civilización me puse a llorar y no paré nunca más. 

¿Cómo lograron sobrevivir? ¿Cuáles fueron las claves?La clave fue el grupo. Teníamos un objetivo en común: volver a casa con nuestras familias. Fue eso lo que hizo que peleáramos. Los roles fueron surgiendo solos. Había tres estudiantes de medicina que fueron haciendo de médicos y otro de ingeniería que inventó la manera de caminar sobre la nieve. Veníamos de un país en el que nunca habíamos visto la nieve, entonces entre todos fuimos armando una máquina para vivir con lo poco que conocíamos cada uno. Yo, quizás, de las cosas que más aporté fue el sentido del humor. Me sentía como en aquella película de La Vida es Bella, que no sé si era irreal, pero mostraba la realidad de otra manera. Eso yo creo que ayudó muchísimo.

¿Cómo soportaron el frío?Estábamos en primavera, o sea que íbamos en jeans y mocasines. Como pudimos le sacamos la tela que recubría los asientos y nos acurrucábamos unos con otros para poder soportar el frío más bestial. Estábamos en el medio de la cordillera. Fue una lucha muy dura porque no es como el que va a esquiar, que pasa frío, pero de noche tiene una cama caliente. De día teníamos 25ºC bajo cero, y por la noche, 30ºC bajo cero. 

¿Qué les hizo no rendirse?Fue una motivación. Cuando mi amigo Gustavo Nicolich se enteró por la radio de que ya no nos buscaban más, él me lo planteó de esta forma: "Carlitos, tengo una buena noticia para darte. Acabo de escuchar por radio que dieron por finalizada la búsqueda", y yo le dije: "¿Pero cómo que buena noticia, hijo de puta?". Me respondió: "Carlitos, ¿sabes por qué es buena noticia? Porque ahora dependemos de nosotros y no de los de afuera". En realidad, mirando 50 años para atrás te puedo decir que fue una buena noticia, porque si no llegamos a escuchar eso, creo que seguiríamos esperando. Fue un impulso saber que ya no nos buscaban más. Nos hizo darnos cuenta que teníamos que salir a pelear nosotros.      

Sus compañeros Nando Parrado y Roberto Canessa consiguieron pedir ayuda tras cruzar la cordillera, ¿qué pensó cuando llegaron los helicópteros para rescatarles?Cuando llegaron los helicópteros -el 22 de diciembre- mi padre me mandó una carta que decía: "Hola chicos, acá les mando un helicóptero como regalo de navidad'. También me sorprendió con otra carta personal que decía: "Como ves, nunca te fallé, te espero con más fe en Dios que nunca. Un Abrazo, el viejo". Para mí esa aparición de los helicópteros fue uno de los momentos más lindos que viví en mi vida. 

¿Qué ha supuesto esta experiencia para su vida?Me llevó a darme cuenta de que yo tenía recursos que hasta aquel momento desconocía y podía pelear por la vida. A veces la gente se cree que nosotros somos superdotados, héroes o qué sé yo. Pero volvimos a ser gente común, peleando y luchando. Yo tengo dos hijos, seis nietos, o sea que la vida continuó. Es un homenaje a la vida, merece la pena vivir una historia de estas para darse cuenta del valor que tiene la vida. 

​Nuestra historia es de lucha por la vida, de homenaje a la vida, de homenaje a la amistad y de lucha contra la incertidumbre, una idea que también veo ahora porque estamos luchando contra la pandemia, la guerra… Lo nuestro fue una lucha de 70 días, una enormidad de tiempo. Tuvimos una pelea diaria constante para que cada día saliera el sol.

Si pudiera, ¿eliminaría esta experiencia de su vida?No, no. Cambiaría los que murieron, pero si me preguntas si volvería a subir a ese avión, sí, subiría. Para mí esta durísima historia es un aprendizaje para darme cuenta de quién era. Si no hubiera vivido esta historia, no hubiera servido para nada. Esto me hizo darme cuenta de que puedes salir a pelear por las cosas, de que puedes hacer que las cosas sucedan… Es decir, adelantarse a la jugada, no esperar a que las cosas pasen, sino hacer que pasen.

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