Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

El rostro de la batalla

Nadia Calviño (2d) junto al presidente de EE UU Joe Biden (2i) y el primer ministro de India/Bharat Narendra Modi (d) durante la visita este domingo de los líderes del G20 al Raj Ghat, en memoria de Gandhi.
Nadia Calviño (2d) junto al presidente de EE UU Joe Biden (2i) y el primer ministro de India/Bharat Narendra Modi (d) durante la visita este domingo de los líderes del G20 al Raj Ghat
Borja Puig de la Bellacasa / EFE
Nadia Calviño (2d) junto al presidente de EE UU Joe Biden (2i) y el primer ministro de India/Bharat Narendra Modi (d) durante la visita este domingo de los líderes del G20 al Raj Ghat, en memoria de Gandhi.

Las guerras modernas tienen tantas facetas que se denominan globales por librarse en todos los dominios y prácticamente en todos los aspectos de la vida. La guerra de Ucrania es por lo que hemos visto hasta la fecha una guerra total en la que, salvo un recurso —el nuclear— todos los demás se están empleando profusamente; es una guerra económica, política, ideológica, propagandística, demográfica, alimentaria, militar… y seguro que el lector puede buscar y añadir con acierto cualquier otra faceta en la que se está manifestando. La batalla se desarrolla en cada uno de esos distintos frentes de tal forma que se busca una convergencia de esfuerzos con un único objetivo: la victoria final. Puede ocurrir que, a la postre, el coste sea desproporcionado.

Con distinta intensidad y nivel de compromiso, la guerra afecta prácticamente a todas las organizaciones internacionales de todos los ámbitos anteriormente considerados como la ONU, UE, OTAN, OTSC (Organización del Tratado de Seguridad y Cooperación), OUA (Organización para la Unidad Africana), OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), G-7, G-20, BRICS… y en cada uno de esos foros se adoptan medidas que tienen impacto real sobre el desarrollo del conflicto y que contribuyen al sostenimiento de ambos contendientes favoreciendo mayoritariamente a Ucrania, país agredido, de forma lógica y clara. El liderazgo en el apoyo internacional a la causa ucraniana en los ámbitos militar y económico lo ejerce Estados Unidos, en segundo término, el Reino Unido —ambos en el seno de la OTAN— seguidos de la UE. La mayor intensidad en el empeño de derrotar a Rusia corresponde a Polonia y a los países bálticos. Comprensible postura por la presión más inmediata de la amenaza que perciben como directa y letal.

Que un error de cálculo o un exceso de ambición no hagan estallar un conflicto de proporciones inimaginables y de final más que incierto

Muchas de las organizaciones citadas tienen órganos de trabajo  permanentes que proponen decisiones que se adoptan en las cumbres y reuniones periódicas de los jefes de estado y de gobierno o de los ministros del ramo de los países representados en ellas. Por su  importancia, conviene considerar a la recientemente celebrada cumbre de los BRICS en Sudáfrica y la del G20 que se está celebrando en India. En la primera se ha decidido ampliar a partir del 1 de enero de 2024 el número de países que la constituyen dando entrada a unos nuevos socios de considerable peso e importancia como Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos. Es inevitable asociar estos nuevos ingresos como un paso hacia la generación de un equilibrio multipolar o contrapoder, inicialmente centrado, aunque no únicamente, en el ámbito económico. En la segunda, estamos hablando de un bloque de países que representa dos tercios de la población mundial y el 80% de su PIB; de esa cumbre India pretende salir reforzada en su papel de potencia global y de puente entre oriente y occidente, a la vez que suaviza tensiones con China y fortalece relaciones con EE.UU. Ambicioso y difícil objetivo. 

Un último apunte, de los tres conflictos que se libran sobre Ucrania (invasión, guerra civil y conflicto por la hegemonía internacional) cada uno de los actores juega un papel que no se limita a la zona de combate y que se extiende por África y Oriente Medio, Asia Central y el Pacífico, de tal forma que las tensiones se transmiten prácticamente a escala global y se reflejan en carestía y desabastecimiento de productos básicos, inestabilidad política y nuevos estados fallidos con aumento de la inmigración irregular, crisis energética y productiva, y empobrecimiento de las clases medias y más desfavorecidas. Todos ellos catalizadores del descontento y productores de inestabilidad a los que hay que prestar la máxima atención para que un error de cálculo o un exceso de ambición no hagan estallar un conflicto de proporciones inimaginables y de final más que incierto. Hoy más que nunca hay que buscar los focos y reducirlos o neutralizarlos en aras de un fin común y superior: la supervivencia. La responsabilidad es proporcional al poder de cada cual, no conviene jugar a amagar porque es mucho lo que está en liza. El rostro de la batalla tiene más de dos caras y todas ellas de importancia capital para su análisis y comprensión.

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