Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

No todo lo que vemos es solidaridad

El presidente ruso, Vladimir Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante una foto familiar con los jefes de las delegaciones y los participantes de la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.
Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.
EFE
El presidente ruso, Vladimir Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante una foto familiar con los jefes de las delegaciones y los participantes de la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.

Ha finalizado en San Petersburgo la II Cumbre Rusia-África celebrada durante el 27 y 28 de julio bajo el lema “Por la paz, la seguridad y la prosperidad”. En la conferencia de clausura el presidente Putin ha anunciado la firma de acuerdos para el suministro de equipamiento de defensa a cuarenta países africanos y se ha “comprometido” a proporcionar gratuitamente productos agrícolas a una serie de países asistentes a la cumbre. También ha aprovechado para anunciar que, hasta la fecha, y según sus propias palabras, ha condonado 23.000 millones de dólares de deuda a países africanos y que, además, va a invertir 90 millones de dólares este año para ayuda al desarrollo en la zona. 

A primera vista, es una política de hechos que habla del compromiso y de la implicación de la Federación Rusa en África, pero lo que subyace detrás de esa aparente generosidad es la necesidad egoísta de mejorar su muy deteriorada imagen a raíz de los resultados de la guerra en Ucrania, de una potencia regional —que se creía global— a la que únicamente le queda el recurso de la fuerza indiscriminada, porque su nivel de influencia se circunscribe al apoyo directo a tiranías y a la confluencia con los intereses políticos y económicos de autócratas y dictadores, todo ello muy alejado de la verdadera solidaridad.

El foco de atención que suponen la guerra de Ucrania y la elevada tensión en el estrecho de Formosa parece que impida ver la creciente crisis y desestabilización que se está produciendo en África, donde se han sucedido en muy breve tiempo y sin apenas prestarles atención, tres golpes de estado (Mali, Burkina Fasso y Níger) y una guerra civil (Sudán). Además, el avance del salafismo yihadista personalizado en las diferentes franquicias alienadas con Al Qaeda unas, y con el Daesh (ISIS) otras, continúa siendo un motivo más de preocupación y de inestabilidad que golpea a unas estructuras estatales de por sí endebles. Para colmar el vaso, el impacto del cambio climático en zonas deprimidas previamente ha acabado de configurar la tormenta perfecta sobre países donde las estructuras político-administrativas son impotentes para resolver siquiera las necesidades más acuciantes de su población estando en trance de ser estados fallidos.

Partiendo del hecho de que Europa, Estados Unidos y otros países —con voluntad y capacidad— son conscientes de la magnitud del problema y de su potencial de desestabilización global, se hace imperioso tomar acción para ralentizar sus consecuencias y revertirlas en lo posible. El nivel de compromiso y la complejidad que supone planificar una intervención en un continente de la magnitud y diversidad que tiene África requiere todo el talento y todos los recursos de ese conjunto de países y sostenerlo además durante el tiempo que sea necesario. Hoy, desafortunadamente, no es así; la insuficiente ayuda y los gestos de solidaridad del resto del mundo no suplen ni siquiera mínimamente las carencias que experimenta el continente en su conjunto. Se sigue analizando el problema de África como si fuera singular y de índole meramente asistencial, cuando lo que se necesita es un compromiso total para crear infraestructuras, ayudar a la formación de élites gobernantes con estándares de mérito, capacidad y responsabilidad, y fomentar la generación de oportunidades para la creación de una sociedad viable en origen que no considere la emigración como la única vía para la supervivencia.

Para atender a la seguridad en el ámbito global y fomentar la gobernanza basada en normas es necesario que esa solidaridad que se manifiesta con Ucrania, firme, continuada y sin fisuras, se extienda a ese continente que se siente olvidado que es África. Necesitamos convencer a esos países del llamado sur global que los principios que alientan la intervención en Ucrania son los mismos que se van a aplicar con ellos cuando lo necesiten y con la misma dedicación e intensidad, caso contrario podemos pecar de hipócritas y perder el crédito que tenemos para hacer frente a los desafíos futuros. El compromiso hay que formalizarlo ya, no valen dilaciones.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento