OPINIÓN

El poder de Cataluña

La Fiscalía pide al Supremo que reactive la orden de detención contra Puigdemont
El expresident de la Generalitat Carles Puigdemont
EFE
La Fiscalía pide al Supremo que reactive la orden de detención contra Puigdemont

La historia no siempre se repite, pero nos da pistas: Cataluña vuelve a condicionar el gobierno de España. Así fue durante muchos años. Cada vez que los españoles no concedieron la mayoría absoluta a uno de los dos grandes partidos, ahí estaba la vieja dama Convergència i Unió para, previo pago, facilitar la gobernabilidad de Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero. La división de la izquierda española en dos, con la aparición de Podemos, y el troceamiento de la derecha con la irrupción de Ciudadanos y Vox, facilitaron aún más que las fuerzas catalanas, reconvertidas ya al independentismo, adquirieran una preponderancia aún mayor en la política nacional. Pero no solo los independentistas. También el socialismo catalán. Véanse dos ejemplos que muestran el influjo que el votante de Cataluña tiene en la política española: las elecciones de 2008 y las de 2023.

En 2008, Zapatero se presentaba a la reelección después de cuatro años en el poder. Los socialistas catalanes lanzaron un inteligente eslogan de campaña: Si tú no vas, ellos vuelven, en referencia a la posibilidad de que el PP recuperara el poder. El Partido de los Socialistas de Cataluña consiguió 25 escaños, frente a los 8 del PP. Es decir, 17 escaños de diferencia en la suma de las cuatro provincias catalanas, cuando Zapatero logró la victoria con apenas 15 escaños de diferencia frente a Rajoy en el conjunto del país. En resumen, Zapatero ganó las elecciones gracias al voto de los catalanes.

Este 23 de julio, los socialistas han logrado 19 escaños en Cataluña, frente a 6 del PP. Esa diferencia de 13 escaños es casi el doble de los apenas 7 diputados que han faltado para que PP y Vox alcanzaran la mayoría absoluta. El reparto de poder establecido por los españoles el pasado domingo coloca al PSOE ante una buena noticia: tiene opciones de seguir gobernando. Y también ante una pésima noticia: necesita alcanzar algún tipo de acuerdo con Carles Puigdemont. Nada puede hacer más feliz al prófugo de Waterloo que tener sometido al presidente del Gobierno de España, si es que tal cosa termina por ocurrir.

Hace tiempo que Puigdemont ha dejado de ser una referencia para nadie, salvo para un pequeño grupo de terraplanistas. Pero el resultado electoral le ha devuelto el protagonismo perdido, y ahora se siente otra vez el rey del mambo. No le faltan razones: de lo que voten sus siete diputados en el Congreso dependerá la gobernabilidad de España, y quizá algo más. Porque no se puede descartar que Puigdemont exija al PSOE que renuncie a la Alcaldía de Barcelona en favor de Junts. Y, sin duda, que exija un referéndum de independencia. En España es posible hasta lo imposible.

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